No hay como un buen título para vender bien humo. La frase anterior la encontrará el lector en las declaraciones del secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), don José Ángel Gurría, que, en la versión recogida por el pais.com, dice así: “comienza a vislumbrarse una caída del desempleo y ha subrayado la necesidad de apostar por el "reentrenamiento" de la fuerza laboral en el marco de un cambio de modelo "desde el ladrillo a la neurona". La noticia ha tenido una difusión mayor de la habitual debida sin duda a la frase de Gurría.
Esa persona, no es un cualquiera, así que a la feliz frase la acompañan el argumento de autoridad del que la presenta y la fuerza del Organismo internacional que dirige. Y, además, la adorna con sugerencias en apariencia razonables. Así que nada parece haber de criticable en ella. Incluso es ingeniosa y “los progres”, incluso la festejarán. Pero a mí me parece que es un nuevo clavo en la cruz de la Inmobiliaria. Otra vez estamos en la parte equivocada de la vía. Otra vez, los del ladrillo, aparecemos como culpables: si las cosas van mal es porque el modelo productivo estaba equivocado y debemos emigrar a otro basado en la neurona, en la inteligencia.
Quizás Gurría no recordaba en ese momento lo que el ladrillo babilónico dio a luz, pues este fijó hace unos ocho mil años, entre el Tigris y el Eufrates, a la Civilización, la Escritura y la Historia. Con ladrillos de barro y paja, y a veces boñigas de animales, secados al sol, se levantaron ciudades de ladrillo e imperios fantásticos. Gracias, entre otras cosas, a los albañiles y maestros de obras que hicieron casas, templos, almacenes y otros edificios que permitieron el desarrollo y la cultura. Y eso sí, con ladrillos y neuronas como ahora. Cambió el modelo cultural y productivo y se pasó del nomadismo a la agricultura y la artesanía… y estalló -para bien- la cultura. Pero no se abandonó todo lo anterior que seguía siendo válido. Posteriormente, el “ladrillo” nos ha dado joyas de la Construcción y de la Arquitectura memorables. Y siempre, con el ladrillo y las neuronas, juntos.
En algunas instancias, se desprecia todo esto, y parece que lo construido lo haya hecho el viento y no, no ha sido así, “el ladrillo, la urbanización, ha contribuido a la riqueza de las naciones en muy alto grado y ha sido llevado a cabo por “inmobiliarios”, de una u otra clase. Y si algunas, o muchas de nuestras realizaciones han sido erradas, o incluso delictivas en algunos casos, estas en nada empañan el conjunto general. Y para esos casos concretos, están los jueces.
Es una insensatez -aunque tenga muy “buena prensa”- oponer ladrillo y neuronas porque no hay una cosa sin la otra. No hay ladrillo sin neuronas detrás, ni hay neuronas sin una base material que las proteja de las inclemencias y permita las condiciones necesarias para que la actividad humana se desarrolle.
Y en cuanto a lo del cambio de modelo productivo, lo dicho por Gurría no es sino una vuelta más a la matraca de lo políticamente correcto: el cambio que se propone, el paso de uno a otro supone un abandono de una idea por otra, el paso de menos a más, el abandono de lo viejo por lo nuevo, etc. Y no es así. El cambio al que deberá adaptarse ”el ladrillo” es el mismo de siempre: el acomodo a los nuevos hechos científicos, culturales y económicos de cada momento. Y lo hará como siempre lo ha hecho. Y en ese recorrido “las neuronas” lo acompañarán… pues no hay uno sin otras.
Termino, recordando a los “enemigos del ladrillo” que los culpables del desastre, inmobiliario y no inmobiliario, que padecemos desde el inicio de la Crisis, está más próximo a las “neuronas perversas” del capitalismo feroz de las grandes instituciones económicas, que al “ladrillo” que las ha padecido. Y puestos a cambiar de modelo ¿qué tal un cambio de modelo moral en el que el poderoso no machaque al oprimido? Eso sí que sería, también, un cambio real en el modelo productivo.