Madrid. Un recorrido por media España sirve para percibir el alcance del estallido de la burbuja inmobiliaria, con innumerables edificios a medio construir o urbanizaciones en las que solo llegó el dinero para poner las calles y las farolas. Pero las secuelas de esta crisis sin parangón se extienden también a otros edificios no residenciales.
Algunos de ellos del empaque del Edificio España o la ‘manzana de Canalejas’. Propiedades del Banco Santander, que no quiso o no pudo venderlos en su momento por unos 600 millones de euros y que, ahora, componen sendas estampas fantasmagóricas en pleno centro de Madrid, y cuyo valor de mercado seguramente no esté muy encima de los 400 millones. Si acaso.
Ahí está, coronando la plaza de España, la mole del Edificio España, acumulando un progresivo deterioro desde que hace casi siete años la entidad financiera presidida por Emilio Botín se lo comprara a la inmobiliaria Metrovacesa. Tras el cierre del hotel Crowne Plaza fueron, poco a poco, desapareciendo las oficinas y las tiendas y cafeterías de la planta baja. Hoy se percibe un deterioro patente con los cristales cada vez más sucios. 28 plantas, 117 metros de altura, 4.600 metros de planta y 32 ascensores. Todo en desuso.
Santander Real Estate, a través de su Fondo de Inversión Inmobiliaria, cerró la operación de compra del Edificio España en diciembre de 2005, adquiriendo a Metrovacesa la parte del edificio ocupada por el Hotel Crowne Plaza. El resto del edificio había sido adquirido en junio de ese año mediante la compra en escritura pública del 50% por 138,6 millones de euros y la firma de un compromiso de compraventa del 50% restante del edificio por el mismo importe que el desembolsado.
Y qué decir del conjunto de edificios situadas en la conocida como ‘manzana de Canalejas’, entre la calle de Alcalá y la carrera de San Jerónimo. Las antiguas sedes de los bancos Santander, Banesto y Central Hispano, acumuladas tras las sucesivas fusiones. Un complejo de siete edificios que aglutina 52.000 metros cuadrados, que llegó a anunciarse en varias ocasiones su venta cerrada, pero que finalmente no llegó a conseguirse. Como ocurrió con el grupo inversor vasco R&A Palace Gestión, que no pudo encontrar ninguna entidad que financiera los 350 millones que había ofertado por el conjunto inmobiliario.