FCC y el resto de empresas del grupo multinacional y de servicios presidido, de manera un tanto simbólica por Esther Alcocer Koplowitz -ya sin el control accionarial de su madre Esther Koplowitz-, sigue cambiando piezas en los más altos puestos de sus órganos directivos. Y el más importante de todos ellos, el de consejero delegado de la empresa matriz, ya se ha producido.
La anunciada salida de Juan Béjar ha servido al magnate mexicano Carlos Slim -principal accionista de FCC – para situar a Carlos M. Jarque, uno de sus hombres de confianza, como consejero delegado de la matriz del grupo. Todo un papelón el que ostentará a partir de ahora, para, como principal objetivo, hacer que los 650 millones de euros invertidos por Slim empieza a resultar rentables a medio plazo.
Jarque no es ni mucho menos un advenedizo. Curtido en mil frentes, tanto en la Administración Pública mexicana como en instituciones financieras internacionales, como el Banco Interamericano del Desarrollo (BID), además de estar encargado de las relaciones corporativas de América Móvil, el grupo de telecomunicaciones de Carlos Slim. La mayor empresa privada de América Latina, operativa en casi una veintena de países latinoamericanos, además de Estados Unidos y una decena de países europeos.
Como representante del BID en Europa impulsó la inversión y movilización de recursos entre Europa e Hispanoamérica, principalmente en temas de agua, energía, infraestructura, desarrollo urbano, transporte y ciudades sostenibles..
Ahora, como consejero delegado de FCC, tendrá que hacer valer la larga trayectoria profesional que le avala. Falta le va a hacer. Aunque el grupo lleva años inmerso en un severo proceso de reestructuración motivado por el lastre de la pesada deuda financiera, todavía queda camino por cubrir.
Jarque asume un reto complejo ya que a finales de julio, con ocasión de los resultados semestrales, el grupo redujo su proyección de ebitda para el año y se comprometió a trabajar en un próximo plan de refinanciación de deuda después del verano, sin descartar una ampliación de capital.
Una más que añadir a la que en diciembre de 2014 sirvió a Slim para hacerse con el control de FCC al poner 650 de los 1.000 millones de euros aportados para sostener los cimientos financieros del grupo.
Aquella operación permitió a la constructora refinanciar y amortizar parcialmente su elevada deuda, pero ni las condiciones de los mercados ni los costes de financiación permiten todavía pensar en una FCC reflotada, que pueda volver a dar los generosos dividendos con los que históricamente los accionistas se frotaban las manos.
Hoy, los efectos positivos de aquella ampliación han quedado completamente diluidos, quedando FCC como uno de los valores con peor comportamiento del mercado español, perdiendo sus acciones un 30%. Los accionistas no acaban de ver claro la estrategia planteada por la empresa de reducir la deuda por debajo de cuatro veces el ebitda, de cara a recuperar el dividendo.