Madrid. No tienen bastante con ver vacías las autovías ya existentes, esas estaciones de alta velocidad en las que ni sube ni baja nadie o esos aeropuertos con más personal de tierra que pasajeros. No, no es suficiente. Los constructores quieren ir más allá. Ahora se les ha ocurrido plantear al Gobierno que se ponga un peaje por circular por toda la red viaria nacional. Este desbarre lo ha puesto encima de la mesa el presidente de la Confederación Nacional de la Construcción (CNC), Juan Lazcano, y se quedó tan ancho.
La razón esgrimida es que hay que salvarles el cuello, que sin ellos el país nunca podrá salir adelante, y que con medidas recaudatorias se obtendrían recursos para mantener las vías existentes y construir otras infraestructuras nuevas. Que ya es hora de tomar medidas porque, ante el parón de la inversión en obra pública, está en juego la supervivencia de un sector clave. El mismo que nos ha llevado a la situación de ruina soberana en la que estamos.
Que no está hecho todo en infraestructuras y queda mucho por hacer. ¿El qué? Más autovías de peaje por las que circulan cuatro gatos para que luego, entre todos, tengamos que aportar fondos públicos para cubrir las pérdidas de las empresas concesionarias. ¡Venga ya! ¿Por qué no dejan de tocar las narices al bolsillo de los ciudadanos? No, claro, hay que exprimirlos más para mantener el negocio.
En el resto de los sectores, las empresas que no aguantan van al concurso de acreedores por insolventes. Pues que las constructoras, sea la que sea, si no pueden mantener el tipo que sigan el mismo camino, y dejen de tratar de sacarnos más dinero a los contribuyentes a través de medidas gubernamentales.
Dejen ya de lado los postulados keynesianos, que el país no está para ellos. Que las consecuencias de los 50.000 millones de euros de gasto público que hay recortar a través de los presupuestos los debemos soportar todos, y no los de siempre. Además, ¿para que tanto afán con seguir construyendo infraestructuras de dudosa viabilidad? ¿Para seguir en la misma dinámica? Esa que al precio presupuestado por una obra se le añadían un sinfín de modificados que encarecían el coste final hasta límites insospechados para pagar a las subcontratas de la contrata. Esperemos que no.