Madrid. El ex presidente del Gobierno y presidente de la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales FAES, José María Aznar, ha demandado hoy una estrategia energética nacional que “sea muy pronto un potente motor para poner de nuevo a España en marcha”. Aznar ha llamado además a “no resignarnos a una España que se está parando porque algunos le están echando el freno, ahora con la excusa del ahorro energético”.
El presidente de FAES ha hecho estas declaraciones hoy martes en la presentación del Informe ‘Propuestas para una estrategia energética nacional’, en la que también han participado el patrono de FAES, Manuel Pizarro; el responsable de Economía de FAES y director del documento, Fernando Navarrete; y el ex presidente de Red Eléctrica y coordinador del escrito, Pedro Mielgo. En el acto, Aznar ha subrayado a su vez que el estudio de FAES “no tiene nada que ver con las ocurrencias de quienes pretenden simular que la política energética es un concurso de pegatinas, o un juego de bombillas que reparten en correos y de farolas que se apagan en las carreteras, o un pase de modelos de caballeros sin corbata, o una subasta de neumáticos, o un acertijo de ‘nuclear sí, pero Garoña no’”.
“Este informe no tiene nada que ver con todas esas ocurrencias, que ya no le hacen gracia ni a los más entusiastas de sus partidarios porque hoy todos los españoles somos muy conscientes del tremendo daño que han hecho al presente y al futuro de la economía española; al presente y al futuro de España”, ha aseverado.
En su intervención, el presidente de FAES ha puesto de manifiesto la alta dependencia energética española, con un grado de autoabastecimiento de apenas un 20 por ciento a finales de 2009. “Una cifra que contrasta con la media de los 27 países de la UE: su grado de autoabastecimiento es del 54 por ciento”, ha señalado. En este sentido, ha advertido de que “rebajar esa elevada dependencia energética debe ser una prioridad estratégica de cualquier política energética de futuro”. “Tenemos ejemplos de cómo hacerlo bien. Ejemplos que tienen en cuenta los elementos básicos de una buena política energética: reforzar la seguridad de abastecimiento, mejorar la competitividad y el crecimiento económico, y garantizar la seguridad jurídica”, ha afirmado.
En este contexto, Aznar se ha referido a las revueltas en el norte de África y Oriente Medio, “una región de indudable relevancia geoestratégica para el mundo, y en especial para España”. “No debemos olvidar nuestra obligación de apoyar a las democracias de esos países para que la democracia y la libertad triunfen. Esto no es sólo un imperativo moral sino que está en nuestro interés político, económico y como garantía de estabilidad”, ha subrayado.
A continuación, se reproduce íntegramente la intervención de Aznar en la presentación del Informe:
“Querido Manuel Pizarro. Apreciados colaboradores que habéis participado en este informe coordinado por Pedro Mielgo y dirigido por Fernando Navarrete.
Muchas gracias a todos por vuestro trabajo y, sobre todo, por la seriedad y el rigor de las propuestas que el informe que hoy presentamos ofrece a la sociedad española en la búsqueda de soluciones a uno de los problemas más acuciantes para nuestra economía y para el futuro de nuestro país: la energía.
Antes de comenzar me gustaría hacer una aclaración. Este informe no tiene nada que ver con las ocurrencias de quienes pretenden simular que la política energética es un concurso de pegatinas, o un juego de bombillas que reparten en correos y de farolas que se apagan en las carreteras, o un pase de modelos de caballeros sin corbata, o una subasta de neumáticos, o un acertijo de “nuclear, quizá sí, pero Garoña no”… Y menos aún tiene que ver con el intento de esconder la ausencia de una política energética sensata y racional con veladas amenazas de cortes del suministro en mitad del invierno que nos retrotraerían a tiempos que creíamos superados hace bastantes décadas.
Este informe no tiene nada que ver con todas esas ocurrencias, que ya no le hacen gracia ni a los más entusiastas de sus partidarios, porque hoy todos los españoles somos muy conscientes del tremendo daño que han hecho al presente y al futuro de la economía española; al presente y al futuro de España.
Y es que a algunos que acaban de descubrir el Mediterráneo, no les basta con inventar cada poco la rueda, sino que ahora quieren convencernos de que la rueda es mejor cuando es cuadrada.
Nuestro objetivo es mucho más modesto y, sinceramente creo que también es mucho más útil. La Fundación FAES recibió el encargo del presidente nacional del Partido Popular de estudiar el problema de la energía en España y hacer propuestas pertinentes y realistas. Para ello, y como es norma de la casa, reunimos a un amplio grupo de expertos en la materia para solicitarles su opinión y sus propuestas sobre las áreas de especialidad de cada uno. Hemos abierto un debate serio, basado en los datos y en las políticas posibles.
Después, también como es habitual en FAES, hemos tratado de ordenar todos esos trabajos para presentar, de manera clara y sistematizada, esas propuestas de acción política para no resignarnos a una España que se está parando porque algunos le están echando el freno, ahora con la excusa del ahorro energético. El objetivo de estas propuestas de acción política es que la energía sea muy pronto un potente motor para poner de nuevo España en marcha.
La acción política no tiene por qué ser –creo sinceramente que no debe ser- un concurso de ocurrencias. Creo que no debe serlo nunca, y es especialmente dañino que lo sea cuando afecta a un sector en el que España es tan dependiente, como la energía.
Este trabajo ofrece, tal como dice su título, una serie de ‘Propuestas para una estrategia energética nacional’. Unas propuestas que hoy ofrecemos al debate público de la sociedad española.
Son propuestas de acción política que parten de dos premisas tan imprescindibles como hoy arrinconadas:
• Necesitamos una estrategia energética porque la energía exige una visión a largo plazo, y tiene un claro vínculo con las relaciones internacionales, con la competitividad empresarial, el desarrollo industrial y el medio ambiente. En definitiva, con el bienestar y las oportunidades de la gente.
• Y esa estrategia sólo tendrá sentido si es nacional, si involucra a toda España como lo que España es: una nación de ciudadanos libres e iguales; una nación europea, moderna y occidental; una nación que puede y debe competir en el mundo global; una nación previsible y con capacidad de generar y cumplir acuerdos estables; una nación que puede y debe ser una de las mejores democracias del mundo. En definitiva, una gran nación.
La importancia estratégica de la energía es hoy de acuciante actualidad debido también a las revueltas contra las autocracias y a favor de la libertad que estamos viendo
en un número creciente de países del Norte de África y de Oriente Medio.
Parece claro que las revueltas denotan el hartazgo de las poblaciones de esos países ante unas autocracias corruptas que nunca les ofrecieron una vida digna y un futuro aceptable.
Parece claro que el detonante de esas revueltas ha sido la frustración que produce ver –en ese escaparate que es hoy Internet- los beneficios que la globalización trae a un número creciente de países. Beneficios tan importantes y tan vitales como los que traen la democracia liberal como sistema de organización política; la economía de libre mercado como espacio de oportunidades; y la ciencia y la tecnología al servicio del progreso de la humanidad.
A la frustración por lo que no se tiene se une otra aún mayor: la que produce ver -no en el escaparate virtual de Internet sino en carne propia- cómo la mayoría de las gentes de esos países queda al margen de los beneficios de esa globalización.
Parece claro que el derecho a la libertad no tiene, ni debe tener, excepciones culturales. El deseo de libertad es universal. Y eso, a estas alturas, debería estar claro para todos.
Lo que lamentablemente no parece tan claro es que las ansias de libertad, de democracia con Estado de derecho, y de gobiernos decentes que subyacen en estas revueltas ganen pronto la batalla.
Sabemos que organizarse para la libertad es siempre más difícil que organizarse contra la opresión. Y sabemos que derrocar a una tiranía es el primer paso, un paso necesario pero sólo el primero, en un camino de reconciliación nacional, de institucionalización política y de aprendizaje cívico que debe llevar a la democracia liberal.
Por eso no debemos olvidar nuestra obligación de apoyar a los demócratas de esos países para que la democracia y la libertad triunfen. Esto no es sólo un imperativo moral sino que está en nuestro interés político, económico y como garantía de estabilidad.
Tampoco debemos olvidar que este tiempo de revueltas se produce en una región de una indudable relevancia geoestratégica. Para el mundo y, en especial, para España.
Italia y España son los dos países europeos más cercanos al foco más peligroso que hoy tienen esas revueltas. Además, Italia y España son los dos países europeos más dependientes del exterior en cuanto al abastecimiento de energía primaria. Como recoge este informe, el grado de autoabastecimiento en España era de apenas un 20% a finales de 2009. Una cifra que contrasta con la media de los 27 países de la UE: en ellos, su grado de autoabastecimiento es del 54%.
Rebajar esa elevada dependencia energética debe ser una prioridad estratégica de cualquier política energética de futuro. Porque la seguridad de abastecimiento energético, su continuidad y la diversificación de fuentes constituyen un objetivo irrenunciable y prioritario para la prosperidad de la sociedad española.
Tenemos ejemplos de cómo hacerlo bien. Ejemplos que tienen en cuenta los elementos básicos de una buena política energética: reforzar la seguridad de abastecimiento; mejorar la competitividad y el crecimiento económico; y garantizar la seguridad jurídica.
Sólo como ejemplo, Francia ha invertido en nucleares, y no sufre hoy la grave dependencia energética que tenemos en España. Las nucleares proveen de una energía limpia, que no emite CO2; de una energía barata, que no merma la competitividad de la industria cargándola con los sobrecostes de unas primas descontraladas; y de una energía que asegura el suministro de electricidad sin altibajos en su continuidad derivados de fenómenos atmosféricos.
También tenemos ejemplos de cómo hacerlo mal. Por ejemplo, subvencionando sin freno ni medida fuentes energéticas que no son capaces de competir en condiciones de mercado y que, por tanto, encarecen la producción española y le restan competitividad. O, por ejemplo, cambiando de un día para otro las normas e interfiriendo en los organismos reguladores para que la seguridad jurídica quede como un bien que se antoje inalcanzable. O, también por ejemplo, interviniendo en las decisiones de las empresas aun al coste de ser sancionado en los tribunales europeos.
Sabemos cómo se pueden hacer las cosas bien y este informe ofrece propuestas en esa dirección.
Hay que contar con todas las fuentes de energía y es evidente que las energías renovables tienen su papel en la generación eléctrica. Así lo pensamos cuando dimos el impulso inicial a la introducción de la energía renovable en España. El problema es que los objetivos nacionales han sido superados en más de diez veces debido a la ausencia de controles nacionales. El descrédito que tienen hoy las renovables obedece a la barra libre impuesta al margen de la racionalidad económica.
Hay que mejorar sustancialmente el marco regulatorio y la calidad de los organismos de supervisión. Esto es justamente lo contrario a llevar a ese marco a la precariedad, la contradicción y la inseguridad. El grado de judicialización alcanzado en este sector es un buen indicador de estos males.
En estos últimos años hemos sufrido el coste de las cosas mal hechas. El coste en términos de pérdida de competitividad de la economía española; de hundimiento de nuestras posibilidades de crecimiento y empleo; y, lo que no es menos importante, de deterioro de nuestra credibilidad interna y externa que esos errores han tenido para España.
El objetivo, lógicamente, es volver a hacerlas bien cuanto antes. Ahora es el momento de preparar las decisiones para el modelo energético que deberemos tener a quince años vista. Con anticipación, con seguridad jurídica y con credibilidad.
Por eso es urgente que cuanto antes se dé voz a los españoles para que puedan corregir en las urnas los muchos y muy graves errores de los últimos años y, entre todos, podamos volver a situar a España en la senda de la prosperidad”.