jueves, 24 abril 2025
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Creso, último rey de Lidia, y las predicciones inmobiliarias

Madrid. Estamos en unos días en los que van a empezar a proliferar las entrevistas, en prensa, radio, TV e Internet… con los expertos del sector inmobiliario, en cuya base se encontrarán preguntas sobre el próximo año. Por ejemplo: ¿Qué ocurrirá en 2012? ¿Será mejor o peor que el 2011? ¿Qué cosas podrán ocurrir en el año que entra? ¿Cuáles otras deberían ocurrir para superar la Crisis?, etc. Esto viene ocurriendo cada año así que probablemente en esta ocasión volverá a ocurrir de nuevo. Y es que hay sucesos banales –y otros más “hard”- que  pueden pronosticarse sin riesgo de equivocarse.

Pero en muchos otros casos no ocurre así. Y es que el futuro siempre es incognoscible y sólo de los hechos naturales se puede esperar su inexorabilidad. El futuro humano en cambio, nunca es pronosticable. Ni la brujería, ni la religión, ni la ciencia pueden abrir un hueco en el oscuro muro que tenemos delante y que sin embargo todos los hombres traspasamos a cada instante.

Pero… ¿y las predicciones bursátiles, económicas, políticas, etc.?… No les haga caso pues son sólo pura magia y sólo aciertan por casualidad.  Alguien podría pensar que esto es exagerado y que también en temas humanos puede predecirse razonablemente el futuro. Por ejemplo, en las últimas elecciones políticas para el Gobierno de España, las encuestas pronosticaban el triunfo del candidato que luego ganaría efectivamente. Y algunos podrían decir que incluso alguna de aquellas llegaron a pronosticar muy bien el número de escaños obtenidos por el partido ganador. Pues bien entre otras cosas con las que podría negarse el valor de esos instrumentos está el hecho de que hace tan sólo ocho años, el mismo partido y candidato eran también favoritos en las encuestas pero un cisne negro llamado titadyne entró en actividad … y cambió el futuro de millones de personas. Tome las encuestas como un pasatiempo de lo que quizás pueda ocurrir pero nunca como algo que ocurrirá sin duda.

Note el lector que la labor de un brujo no cambia porque para la predicción del futuro utilice la traza del vuelo de las aves en el cielo, la posición en el suelo de la caída de unos huesos, el estado de las vísceras de un buey -desventrado al efecto-  los posos de té en una taza vacía, la visión de las constelaciones o el trazado de algunos gráficos por ordenador basados en listados de hechos pasados, tratados de una u otra forma. Todos ellos sólo son métodos para adormecer el espíritu garantizando lo que no pueden pero que –en función de la fe de sus adeptos en los procedimientos- logran tranquilizar el espíritu y “justifican” la actuación que luego se emprenderá. Son, ciertamente, estímulos para la acción pero sin garantías de eficacia.

Lea si no la siguiente historia:

“Hace más de 2500 años Creso, rey de Lidia, decidió consultar al oráculo de Delfos sobre si era el momento adecuado para invadir el territorio persa. La respuesta del oráculo habría sido la siguiente: “Creso, si cruzas el río que separa Lidia de Persia, destruirás un gran imperio”. Creso, sin prestar ninguna atención a la ambigüedad de la respuesta, que podía significar dos escenarios futuros totalmente opuesto entre ellos, cruzó el río y el imperio reducido a cenizas fue el suyo. El error de Creso -no medir adecuadamente los riesgos de sus acciones, no apreciar correctamente las oportunidades, despreciar las contingencias y creer sólo en el escenario más favorable-  no es infrecuente en nuestros días, (pues) casi a diario podemos leer y ver en los medios públicos de información sobre sucesos que nos llevan a la siguiente pregunta: ¿nadie imaginó que esto podría pasar?

Léase el interesante artículo sobre prospectiva titulado ‘Pasado, presente y futuro’ del  Lic. José María Condomí Alcorta, donde cuenta esta historia de Creso. Una descripción más extensa de la misma historia  puede encontrarse en la Wikipedia.

Creso aceptó sin dudas la versión del Oráculo porque creía en el valor de sus predicciones y rechazó en cambio la sabia reflexión  de su consejero Sandanis que le advirtió de la escasa ganancia que obtendría Lidia (parte de la actual Turquía) si ganaba la guerra: “Rey preparas una expedición contra unos hombres, que no comen lo que quieren, sino lo que tienen, porque viven en una región fragosa. Además, no beben vino sino agua, no tienen higos que comer ni manjar alguno delicado. Si los vencieres, ¿qué quitarás a los que nada poseen?”…  y de la enorme destrucción en la que caería Lidia,  si la perdía. Y de hecho, su derrota en la batalla del río Halys terminó con su imperio que fue absorbido por su enemigo, el imperio persa. La profecía del oráculo se cumplió pero el destruido fue el creyente en el oráculo.

No haga mucho caso de los oráculos, inmobiliarios o no, pues el valor de las profecías es cero. Y si bien pueden tranquilizar o alentar la acción en determinados casos, si actúa según la magia, sus resultados pueden ser terribles en el caso de que se equivoque… o quizás aún peor, pues si aciertan esta vez, puede reforzar su creencia en el valor (refuerzo positivo) de los mismos y su siguiente error puede ser mortal.

Olvide el futuro y ocúpese de su presente inmediato. Y si acaso…  por si no se hubiese quedado conforme, le señalo que el enfoque racional hacia los futuros posibles –anote el plural que utilizo- y que debiera contemplar usted no pasa por aceptación de las predicciones de los oráculos, ni aún cuando esos sean prestigiosos, sino por una ciencia denominada Prospectiva, de la cual hablaremos en próximos artículos, con la esperanza de que los “lobitos” del sector inmobiliario se enteren de la necesidad de la elaboración de un plan de prospección de los futuros posibles del Sector. 
 
 
 
 

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