Madrid. ¿Qué salida puede tener el aluvión de sucursales bancarias que se van a quedar vacías en los próximos meses y años? Hoy por hoy, en muchos casos, ninguna. De hecho, algunas de ellas llevan cerradas a cal y canto desde hace dos años sin que nadie haya decidido alquilarlas.
De todas formas, en ese cierre masivo de oficinas que los bancos españoles van a llevar a cabo tras los últimos procesos de fusiones acometidos y, sobre todo, por la obligación impuesta desde Bruselas para que las entidades nacionalizadas reduzcan su tamaño, habrá que tener en cuenta algunos factores para ver el interés que puede demostrar el mercado por arrendar o comprar estos activos.
Porque, claro, no será lo mismo una oficina situada en una zona estratégica del centro de la ciudad, con paso constantes de posibles clientes, o en un área comercial, que otra ubicada en una vía secundaria, alejada del mundanal ruido. Por éstas, o el precio del alquiler se rebaja de manera más que notable, incluso muy por debajo de los 20 euros por metro cuadrado al mes, o su colocación resultará prácticamente imposible.
La coyuntura también puede ser un buen momento para que los propietarios de estos locales cambien la mentalidad de cara a adaptarse a las circunstancias actuales. De repente se han quedado sin un inquilino solvente, buen pagador y con un contrato a largo plazo, y se enfrentan a una nueva situación. O dejar el local vacío durante un tiempo indeterminado, con lo que tendrá que apechugar durante ese periodo con sus propios recursos para hacer frente al pago de gastos e impuestos, o, definitivamente, flexibilizar las condiciones en las que ofrece al mercado el activo.
¿Cómo? Pues, además lógicamente de bajar el precio, otorgar periodos de carencia de hasta un año para que el arrendador tenga tiempo de asentar su negocio sin presión adicional y, también, olvidarse de cerrar operaciones a diez años. Ese periodo contractual resulta hoy a todas luces inasumible para la mayoría de los negocios, sobre todo aquellos de nuevo cuño cuya evolución está llena de incertidumbres.
En definitiva, se trataría de ingresar menos, pero de manera fija, que no ingresar nada y asumir gastos fijos, tanto en coste de comunidad de propietarios como en los cada vez más cuantiosos procedentes de los impuestos municipales.