En la comarca de La Sagra, a caballo entre las provincias de Toledo y Madrid, no daban abasto a fabricar ladrillos y tejas hasta el año 2007. Los pedidos se acumulaban y algunos empresarios se las veían y se las deseaban para cumplir con esas peticiones. Era una situación idílica, y muchos, ante estas cargas abrumadoras de trabajo, se embarcaron en inversiones de calibre para modernizar las instalaciones.
La construcción de viviendas en España era imparable y la facturación de estas empresas no dejaba de crecer, llegando casi a acumular un tercio del total de la producción. Pero la cosa se paró. Y las secuelas de la crisis no se han hecho esperar, con la mitad de las sociedades obligadas a declararse en quiebra. Se intentó mantener el tipo con la exportación, pero solo las tejas tienen mercado. El resto de productos cuenta en otros países con una competencia que ha resultado insalvable.
Ya en 2008, la fabricación de estos materiales se redujo en la comarca de La Sagra en torno a un 60%, muy por encima de las caídas registradas en otras zonas productoras de España. Y las consecuencias se dejaron sentir, con despidos y regulaciones de empleo sobre un sector que, en esta comarca, daba trabajo directo a 2.600 personas e indirecto a 10.000, y cuyo volumen total de negocio es de 600 millones de euros anuales.
Empezaron a verse en las fábricas cantidad de productos cerámicos acumulados a los que no se podía dar salida, debido a que las ventas se habían cortado casi de raíz en muy poco tiempo. Aquellas labores de mantenimiento, que provocaban la paralización de la producción un mes al año, se empezaron a realizar con mucha más frecuencia de la deseada.
Cinco años después del estallido de la burbuja y del parón de la construcción residencial que todavía se mantiene, La Sagra ve cómo se acumulan las instalaciones con hornos apagados y prácticamente reconvertidas en almacenes.
Los últimos datos de la patronal Hispalyt revelan que de los 430 fabricantes que operaban en 2007 en España sólo quedan activos 220. Estos producían 29 millones de toneladas al año, frente a los cinco millones del año pasado, y movían algo más de 1.500 millones de euros en comparación con una facturación estimada en 2012 de 285 millones. El ajuste, por tanto, no cesa.
Cerámica La Oliva y Tejas Castilla-La Mancha, ambas pertenecientes al grupo Sopasa La Mancha, controlado por la familia Ortiz Bravo, dos empresas de toda la vida son algunas de las últimas que se han visto abocadas a declarar su insolvencia, siguiendo los pasos de otros grupos toledanos, como Ceratres y Cerámica Técnica de Illescas.