Una burbuja económica es un fenómeno especulativo que se caracteriza por una subida anormal y prolongada del precio de un activo de forma que éste se aleja cada vez más del valor intrínseco de dicho activo. «El proceso especulativo lleva a nuevos compradores a comprar con el fin de vender a un precio mayor en el futuro, lo que provoca una espiral de subida continua y alejada de toda base factual. El precio del activo alcanza niveles absurdamente altos hasta que la burbuja acaba estallando debido al inicio de la venta masiva del activo cuando hay pocos compradores dispuestos a adquirirlo.» (Wikipedia)
Sin embargo, (1) el activo es el inmueble que se alquila, no la renta abonada; (2) los inquilinos no pueden transmitir a futuro un alquiler superior y obtener un beneficio (no pueden especular con su renta); y (3) si los propietarios acaban exigiendo rentas que nadie puede pagar, las deberán ajustar a la baja hasta alquilar u optar por vender.
Así pues, no se da ninguna de las condiciones necesarias para una burbuja inmobiliaria.
ENTONCES, ¿POR QUÉ SE HABLA DE «BURBUJA DE ALQUILER»?
1. El trauma de la burbuja inmobiliaria sigue presente en el imaginario colectivo y ésta ha devenido la referencia obvia para cualquier incremento de precio considerado excesivo vinculado al mercado de la vivienda.
2. Cada vez más, los periodistas se ven abocados a sacrificar el rigor informativo en favor de amplificar ideas susceptibles de generar titulares explosivos y volumen de lectores.
3. A los políticos de los ayuntamientos de Barcelona y Madrid, principales escenarios de la escalada de rentas, la expresión les viene bien para exigir la regulación del mercado de alquiler.
ENTONCES, ¿QUÉ ESTÁ OCURRIENDO?
En ciudades como Barcelona hay mucha demanda de alquiler y una oferta insuficiente como para que los precios se mantengan ajustados. Así, cuando un propietario saca una vivienda a mercado con una renta rondando los 14 ó 15 €/m2 recibe 20 peticiones de visita en un día.
La responsabilidad está repartida, pero el problema se debe fundamentalmente a (1) los salarios miserables y una nueva forma de vivir que hace que los jóvenes no puedan o quieran comprar vivienda; (2) la presencia creciente de extranjeros, a menudo con un poder adquisitivo superior, en los barrios céntricos y de mayor interés de Barcelona y Madrid; y (3) el efecto ?hiperlocalizado en algunos barrios y no generalizable? de la vivienda turística y de los pisos vacíos.
LA CIUDAD COMO ARTÍCULO DE LUJO
En caso de que existiera cualquier forma de burbuja ?que no?, estaríamos ante una «Burbuja Barcelona» o «Burbuja Madrid» o «Burbuja Ciutat Vella» o «Burbuja Malasaña», porque el problema de fondo es que compradores ?inversores o no? y arrendatarios, más que apostar por la compra o por el alquiler en sí, lo están haciendo por unas ciudades concretas o algunas zonas de estas ciudades.
Compradores y arrendatarios se están fijando en unas ciudades y apostando por su éxito creciente y futuro. La inversión inmobiliaria se ha convertido en el vehículo para invertir en ciudades-marca, no en inmobiliario per se. Digamos que la propiedad inmobiliaria es a una ciudad lo que las acciones son a una empresa cotizada.
GENTRIFICACIÓN, O COMO DARSE UNA PATADA EN EL CULO A UNO MISMO
Ocurrió en en el Lower East Side, en Monti, en El Borne, en Williamsburg, en Malasaña… y funciona así:
La tragedia de las grandes ciudades es que cada generación contribuye a magnificarla y a sellar su propia defunción: los trabajadores de la industria alumbran la ciudad de servicios y los de ésta, la ciudad global, sometida a los procesos de acumulación, turismo y consumo que la acaban secuestrando.
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