Las recientes declaraciones tanto del Presidente del Gobierno español, don Mariano Rajoy como del Ministro de Industria, don José Manuel Soria, nos dan una primera aunque incompleta clave de esa cuestión.
Del primero se cuenta: Y es que el presidente ha admitido que el problema del crédito sigue ahí y no está contento con este asunto, especialmente por el hecho de que el ICO ha puesto a disposición de la banca 20.000 millones de euros y ésta no parece dispuesta a mediar en muchos préstamos del instituto público. Esto es, ni el crédito privado llega a quienes podrían hacerlo fructificar ni el público lo hace por falta de colaboración de quienes deben de ser sus intermediarios entre, por ejemplo, el Instituto de Crédito Oficial y los demandantes de liquidez. Hay muchas más fuentes autorizadas que afirman lo mismo pero con el testimonio del Presidente del Gobierno debería bastar. Faltaría pues una adecuada fuente de crédito para facilitar la salida de ese Gran Desastre en el que se está convirtiendo la Crisis actual.
El segundo ha dicho “que el Gobierno solicita al conjunto de las entidades financieras que velen por cumplir la sagrada función que tienen de canalizar crédito hacia las empresas…” Desde que el ministro las pronunció hace unos días ya se han hecho suficientes bromas sobre lo sagrado y el deber que los banqueros tienen encima, así que nosotros no insistiremos y sólo señalaremos que si bien es posible que acierte en lo de la sacralidad –el dinero es en su versión más extrema una religión de perversa condición y por ello necesitado de una sacralidad inherente, en lo del deber, técnico o moral, está equivocado: el “sagrado deber” de las entidades de crédito no es ése pues la concesión de crédito sólo es el medio, la herramienta, el vehículo necesario que el empresario capitalista logra lo que persigue y que no es otro que el beneficio extraordinario. Prestar dinero en las condiciones más agresivas que el cuerpo social al que se dirige pueda soportar es lo que hacen para ganar más dinero. Legal sin duda pero para algunos, también algo inmoral en su extremosidad.
Pero… ¿cómo hacer que los bancos vuelvan al camino abandonado? Pues como no son sordos y la Banca sabe mejor que nadie la esclerosis del crédito que posee y no reparte, habría que obligarla a hacer lo que no hace ni posiblemente hará en un tiempo, cualquiera sabe de qué largura (y amargura).
La asamblea de los ratones
Pero el problema es que el Gobierno actual no puede ponerle el Cascabel del Crédito a la Banca Privada. Y como se constata, por las citas apuntadas, sólo le cabe sugerirle a Micifuz –la Gran Banca- lo bien que le quedaría al cuello el Cascabel del Crédito y lo agradable de su tintineo -¡Oye si es que eso de la Responsabilidad Social Corporativa y el Código de Buenas Prácticas Bancarias suena cual si fuese melodía de los dioses!
Otra alternativa al crédito privado ´La gran banca pública que antes existía, desapareció en la práctica hace ya muchos años y lo que queda de crédito público apenas si es significativo. Y en cuanto a la banca nacionalizada, aparte de los dos casos señalados, el Gobierno lo tiene claro: se seguirá en ello y cuando estén saneadas –y los ciudadanos mucho más endeudados por ese saneamiento adicional- , se venderán… ¿también a un euro? Tome nota de lo que uno de los Señores del Dinero, el presidente del BBVA, Francisco González, ha reclamado hoy al Gobierno, al expresar “que adelante todo lo posible la privatización de las entidades en manos del sector público (Novagalicia, Catalunya Banc y Bankia) para que finalice cuanto antes el saneamiento y la reestructuración del sector financiero… Considerando además que eso: “Es una condición necesaria, aunque "no suficiente", para la recuperación del crédito.”
Debe hacerse notar que para los Señores del Dinero, éste nunca es suficiente, así que no sólo no se conformarán con la Deuda que todos los españoles –vía “saneamiento”- vamos a soportar durante largo tiempo a causa de la reforma bancaria sino que además las entidades de crédito que desean y que luego devorarán, las quieren “con los ascensores funcionando”… Y aún entones, ya se verá lo que consideran suficiente.
La competencia pública como solución
No es momento aquí para entrar en esas dos peculiares operaciones, cuyas excepcionalidades y características han sido por otra parte sobradamente expuestas en los medios, ya que ahora de lo que se trata es de ver que el Gobierno sí habría podido resucitar una Banca Pública –todavía puede- poderosa y eficaz –como la que hubo en tiempos anteriores- que en las actuales circunstancias podría haber canalizado el crédito hacia otros cauces. Y servido de competencia eficaz frente al casi monopolio de la Banca Privada. Esta es una mancha, de los gestores que han impedido su nuevo alumbramiento en España, que difícilmente podrá ser borrada de nuestra memoria ya que padeceremos su ausencia en mil y una formas.
El valor de la competencia
No voy a argumentarla aquí porque su valor como acelerante del Comercio y de la Industria y de la Defensa de los Consumidores, es sobradamente conocido… tanto, como los intentos de los monopolistas de rebajar su valor, disminuirla o hacerla desaparecer en cualquier área económica. Esto es lo que ha ocurrido en España a lo largo de los últimos años con la desaparición en la práctica de una Banca Pública que pudiera ser un rival para la Privada.
Y mientras aquélla no exista realmente, mientras no sea eficaz, no le quepa a usted la menor duda que el crédito ni fluye ni fluirá en España… hasta que los Señores del Dinero quieran. Pero…
El crédito fluye abundantemente… y nosotros, los ciudadanos, sin percibirlo.
¿Cómo? Sí, sí, así es. Véase el artículo de Fernando Díaz Villanueva, en el digital negocios.com y especialmente la primera de las gráficas que aporta para saber que: “…en el último lustro el crédito a las Administraciones ha aumentado de un modo exponencial mientras la economía real recibía cada vez menos combustible financiero. Las pymes, los autónomos y las familias no pueden echar mano de esa facilidad porque el Estado absorbe prácticamente toda la capacidad crediticia del sistema. En resumen, el crédito fluye, sí, pero hacia donde no debería de fluir.”
Así que la lapidaria frase de Josep Oliú, presidente del Banco de Sabadell, de la que dimos cuenta en nuestro artículo: “El crédito ni fluye ni fluirá” debe entenderse como se expresó… recortadamente: El crédito ni fluye ni fluirá hacia empresas, familias y emprendedores… hasta que los Señores del Dinero en España lo creamos conveniente.”
¿Qué le debe pues el Gobierno –el actual, el anterior y el que venga después- a la Gran Banca, para no poder obligarla a dar crédito?
Pues dejando de lado las hipótesis de la corrupción y de la estupidez, en las que no creo, y apartando otras explicaciones menores, no queda ninguna otra que… la de la supervivencia. Si el Gobierno no aprieta, de verdad, las tuercas a la Gran Banca para que ejerza su función básica y se limita tan sólo a pedirle (a rogarle, a aconsejarle, a indicarle- ¡qué exquisita educación!-) la conveniencia de “fluir”, es porque no puede hacerlo sin poner en peligro su propia existencia.
El verdadero “Azote de Dios”, en este caso el Azote de su contrario, el Becerro de Oro, es su capacidad de enquistamiento en el sistema productivo y en su control, de tal manera que no es posible deshacerse de la tenia financiera actual sin poner en peligro de muerte a la sociedad en la que habita.
¿Entonces?
Nadie muerde la mano que le alimenta salvo en casos extremos -que suelen terminar dramáticamente- con la relación de amo-siervo que la mantenía… Repárese en el dato que afirma que los primeros inversionistas en Deuda Pública española son los propios bancos españoles. Toman el dinero del Banco Central Europeo a un tipo mínimo y lo colocan en Deuda Española, más o menos, al triple de su coste. Entonces… ¿para qué van a ejercitar el “sagrado deber” de prestar dinero a otros distintos si el riesgo de su inversión es mucho menor que si lo hicieran a particulares, emprendedores y empresas? Y por el otro lado… ¿cómo va a forzar el beneficiado por tal conducta, un cambio que ponga en peligro su situación?
No le dé muchas vueltas: el problema es insoluble sin un agresivo purgante. Y éste requiere una voluntad fuerte para activarlo… que no se ve de dónde puede llegar; pero como incluso su aplicación –improbable tal como están las cosas hoy en día- no estaría exenta de riesgos – la batalla sería “la madre de todas ellas”- y la convalecencia –aún en caso de triunfo- larga y penosa, no nos queda más remedio que, como el emperador Diocleciano al final de sus días, retirarnos al campo a cultivar lechugas. Los dioses nos han abandonado.
Y para amargarnos la existencia, además, los dioses nos han abandonado en manos de las Furias del Averno.