Madrid. Una frase leída en un artículo de ABC que publica en su edición digital bajo el título: El Banco de España avisa: “No cabe esperar que se recupere todo el dinero prestado a la Banca” me ha llamado poderosamente la atención.
El subgobernador del Banco de España y presidente del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB), Fernando Restoy, ha solicitado al Gobierno de España celeridad y claridad en todo el proceso de reestructuración bancaria que se está llevando a cabo. Algo, sin duda, sensato y necesario. Pero lo chocante no es esto sino su aseveración por la que “en cuantía no despreciable” la suma de dinero que se va a utilizar para ello no se va a recuperar. El periódico apunta como fuente de este asunto la información exclusiva de la agencia de noticias Europa Press al haber podido leer esta agencia el acta que recoge la comparecencia del señor Restoy ante la subcomisión de Seguimiento del FROB en el Congreso de los Diputados, de hace unos días, en el que según se informa aparece tal frase.
Lo sorprendente no es que la reestructuración la vayan a pagar, parcialmente aunque “en cuantía no despreciable” según el señor Restoy, los contribuyentes, suceso que no parece ni de difícil ocurrencia ni que venga a sorprender a muchos sino que lo desasosegante de la afirmación es que a la autoridad monetaria, eso, ni le produce ningún problema ni parece que vaya a hacer algo para impedirlo. Y de la actitud política qué le voy a contar que usted no sepa.
Pero véase aquí los términos de una ecuación que a algunos sí nos produce desazón:
1 Una serie de entidades bancarias han quebrado a lo largo de estos años mientras que otras –los de la fama del informe Oliver-Wyman, BBVA, Santander y un corto etcétera- no lo han hecho. Esto es, en las mismas condiciones de mercado, con la misma crisis, con el mismo caos, en el mismo negocio y país, unos equipos directivos han “salvado” los intereses de sus propietarios particulares, sobreviviendo y navegando la Crisis y otros, que habrá que suponer con menos competencia, han embarrancado sus naves.
2 Y nos encontramos con que a los que peor se han manejado en esta Crisis se les salva con dinero público “en cuantías no despreciables”. Y se admite que parte de esas ayudas no se recuperarán jamás. Y no se da una respuesta adecuada a la opción de por qué no se ha dejado hundir/quebrar a esa empresas encalladas… salvo la del tamaño de las mismas y su “carácter sistémico”. Y ni hablar, claro, de su propiedad particular y no pública y poquito de las responsabilidades en su gestión.
3 Al final de todo esto, las entidades hoy quebradas, mañana entablilladas y pasado mañana ya saneadas se venderán al precio que sea posible a los mismos mercados en los que antes fracasaron.
¿Y a qué precio?… Como bien sabe yo desprecio cualquier especulación acerca del futuro y por eso no sería coherente sospechar que esas ventas se harán con pérdidas -o ganancias- para los contribuyentes. Pero la única manera de que esa operación de privatización futura sea honrada es que haya ganancias -y no pérdidas futuras- para los contribuyentes que vienen obligados a financiar las pérdidas de otros particulares.
Yo no sé qué pasará y si la futura reprivatización de todas y cada una de las intervenidas será finalmente un desastre o un negocio discreto para los contribuyentes… y no lo sabe nadie ni lo puede saber, así que como ambas predicciones son temerarias, las aparto y digo que, por pura moralidad y decencia, en los convenios de saneamiento con las entidades intervenidas debe de añadirse una cláusula que diga que hasta que las entidades salvadas y saneadas no devuelvan todo el capital e intereses prestados en esta operación no serán transferidas a manos privadas. O, si eso se produce antes, se hará siempre que el precio de compraventa supere los costes habidos hasta esa fecha. Pues de lo contrario, otra vez, se volvería a favorecer a particulares con los recursos de todos. Un negocio –para otros- redondo.
Miguel Villarroya Martín / Arroyo de la Vega / Madrid / España