martes, 22 abril 2025
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Florentino Pérez, al mal tiempo buena cara

Madrid. Florentino Pérez empieza a tener que apagar demasiados fuegos a la vez y muchos dudan de que pueda hacerlo.  Y algunos de los resortes con los que contaba para superar los escollos ya no están, como esa Caja de Madrid que hasta hace unos años lideraba con alegría los préstamos sindicados para refinanciar la deuda de la constructora.

Ahora, los acreedores quieren más y más garantías. No tantas por la deuda empresarial –notablemente menguada por la desconsolidación del pasivo ligado a Iberdrola– como por la que tienen apalancada los accionistas de referencia.

Recién cumplidos los 66 años, acaba de superar un ‘match ball’ al conseguir que los March –los banqueros mallorquines que controlan el 18% del grupo constructor– accedieran, a regañadientes, a aceptar el pago de dividendo complementario después de haber perdido 1.926 millones de euros por la fracasada inversión en Iberdrola.

Salvaba así Florentino su propio pecunio y el de otros accionistas de referencia que, como él, andan con el agua al cuello. No cobraron el dividendo ordinario en febrero y, de no hacerlo el próximo mes de julio, se hubieran visto abocados al abismo de no poder hacer frente a sus cuantiosas deudas personales.

Son unos 2.300 millones de créditos vinculados a acciones de ACS los que suman Florentino, los March, los Albertos y los Fluxá. En 2011, este ‘núcleo duro’, junto al fondo estadounidense Southeastern Asset, se embolsó cerca de 400 de los 787 millones de euros pagados en dividendos.

A pesar de la aparente salida airosa del consejo del pasado 21 de marzo, no parece que se hayan cerrado las brechas abiertas en la compañía por el fiasco con el que se ha saldado la ‘operación Iberdrola’, por lo que habrá que ver cómo se resuelven en el futuro las crisis que se puedan producir.

Hasta la ‘cruzada’ personal de Florentino para hacerse con Iberdrola, su tránsito empresarial había estado jalonado de éxitos, aunque por el camino dejara no pocos detractores. Nada ni nadie se había interpuesto en su camino desde que en 1983 se alejara definitivamente de la política –donde permaneció el tiempo justo para granjearse la confianza de aquellos que después le facilitarían las cosas–, y, junto a un grupo de socios, comprara por cinco millones de pesetas Construcciones Padrós, una de las muchas empresas que no logró superar la crisis del petróleo de principios de los ochenta del pasado siglo.

Padrós, Ocisa y Cobra, empresas compradas a bajo precio, pero con potencial revalorización, que le sirvieron para situarse en 1997, tras la fusión con Ginés y Navarro, al frente de ACS. La misma estrategia seguida después con Dragados o con Unión Fenosa, que durante casi tres lustros ha servido para que los accionistas de referencia de ACS, como los March o los Albertos, tuvieran a Florentino en un pedestal por los dividendos que les proporcionaba.

Todo sobre ruedas, con crecimientos anuales de dos dígitos, hasta que en septiembre de 2006 ACS adquiere el inicial 10% de Iberdrola –llegó a controlar casi el 20%– con la idea de tomar su control. Lo que pensaba Florentino que iba a ser otra de sus magistrales operaciones se convirtió en un auténtico calvario, con un sinfín de litigios, un enconado enfrentamiento con Ignacio Sánchez Galán y, lo peor de todo, la salida parcial y el saneamiento de la participación del año pasado, con la asunción de 2.620 millones de pérdidas.

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