Madrid. La llegada de septiembre es un buen momento para renegociar las rentas que se pagan por el alquiler de la vivienda. Se acabaron los tiempos en que el arrendador tenía la sartén por el mango cuando, sabedor de la escasa oferta existente y la alta demanda, ponía un precio alto que los inquilinos pagaban sin apenas rechistar.
Había posibles con los que hacer frente a la renta. Algo que no sucede hoy con una masa ingente de población en paro o trabajando pero con unos ingresos que harían imposible acceder al pago de rentas abusivas, ni siquiera compartiendo estas con otras personas.
Ahora, la cosa ha cambiado. El propietario que realmente tenga interés en sacar un rendimiento a su vivienda deberá manejarse entre unos márgenes amplios para, a cambio de reducir algo las expectativas, asegurarse la entrada mensual de la renta. Mejor algo menos que nada debe ser la nueva estrategia a seguir por los arrendatarios.
Y esto lo saben los inquilinos. Sobre todo aquellos que se asoman por primera vez a este mercado. En Madrid y en otras grandes ciudades, el final del mes de agosto suele coincidir con la llegada de un numeroso grupo de estudiantes que necesitan un piso donde alojarse lo más cerca posible de los campus universitarios.
Hasta hace unos años, esta circunstancia era aprovechada por los propietarios de los barrios más próximos a los centros para obtener rentas más que jugosas, de hasta 500 euros por habitación. Ahora, por ese precio, aunque haya que trasladarse a sitios algo más lejano, no solo no se tiene una habitación sino un piso completo para una persona sola. Es lo que hay.