Los preparativos de la tercera edición de la conferencia de ONU Hábitat sobre desarrollo urbano sostenible (Hábitat III) -que se celebrará el próximo octubre en Quito (Ecuador)- ya están en marcha. El pistoletazo de salida lo ha marcado la reciente presentación del Informe Mundial de Ciudades 2016.
Un documento, elaborado con datos recabados durante las últimas décadas -desde la celebración de Hábitat II-, con el que se busca marcar la agenda de crecimiento de las ciudades para las dos próximas décadas.
A modo de conclusión, que el modelo de urbanización actual es insostenible y que, de no cambiarlo, será imposible construir 1.000 millones de viviendas de aquí a 2025 para aquellos que no cuentan con una residencia con los requisitos mínimos de habitabilidad. Algo que requeriría de una inversión próxima a los 10 billones de euros, diez veces el PIB español.
El informe que el hecho de que más de la mitad de la población mundial viva en ciudades, y que aumente a dos tercios en 2030, representa una oportunidad de corregir inequidades y un riesgo.
El reto es enorme, especialmente en las ciudades más grandes. En las 600 mayores urbes del mundo vive una quinta parte de la población del planeta y se genera el 60% del Producto Interior Bruto (PIB) global.
En 1995 había 22 grandes ciudades y 14 megaciudades en el mundo. Hoy ambas categorías se han multiplicado por dos. Convertirlas en lugares sostenibles medioambientalmente, resilientes, socialmente inclusivos, seguros y económicamente productivos es el gran objetivo.
Conseguirlo dependerá, según el informe de ONU Hábitat, de la importancia que le otorguen las autoridades locales y nacionales al planeamiento urbano. Con un cambio de paradigma, de la construcción básica de hogares a un acercamiento más integrador, que posibilite un doble acercamiento que mejore las zonas ya existentes y propicie que las nuevas cumplan estándares mínimos de calidad.
En el documento se acusa a los gobiernos de haber sido ineficientes en los últimos 20 años, en los que los asentamientos informales se han disparado sin un marco regulatorio adecuado para controlarlos. Y critica que el crecimiento haya sido caótico y disfuncional, ampliando el abismo entre la demanda y el abastecimiento de servicios básicos.