Los últimos datos conocidos sobre esos 32.000 millones de euros de préstamos hipotecarios que los españoles han dejado de pagar a las entidades financieras echan por tierra otro de esos asertos categóricos, como aquel que daba por hecho que la inversión en ladrillo era la más segura porque nunca bajaba. Me refiero a ese otro de que la hipoteca es lo último que una familia deja de pagar.
Si esto es así, a la vista de esos miles de millones impagados hasta julio –al cierre de septiembre no es descartable que ronde ya los 35.000 millones de morosidad a tenor de la evolución registrada desde mediados de 2012– o evidentemente esta aseveración incuestionable, alentada por las propias entidades financieras, ha dejado de cumplirse o, lo que sería más terrible, a muchas familias no es que no les que llegue ya para cubrir las cuotas hipotecarias, es que tampoco disponen de recursos con los que hacer frente a otros gastos, sin duda vitales, más que la propia hipoteca.
El asunto se veía venir desde hace tiempo como consecuencia de la crisis económica y los cerca de seis millones de parados. Se ha ido amortiguando, mal que bien, con la percepción de las prestaciones sociales o gastando los ahorros de toda la vida de padres y abuelos, que han sido durante el último lustro el verdadero soporte de muchas economías.
En muchos casos, por su propio interés, ya que, de no haber ayudado a hijos y nietos, ellos mismos hubieran tenido que afrontar las terribles consecuencias de responder con sus propios activos al haber avalado los préstamos de sus descendientes. Muchos ya lo han sufrido en sus propias carnes, quedándose sin sus casas, tanto unos como otros.
Tampoco cabe desdeñar el hecho de que, como sucede con las empresas, muchos préstamos hipotecarios fueron refinanciados alargando el plazo de amortización y largos periodo de carencia. Pero los plazos se acaban y al final llega un momento que hay que pagar.
Está claro que esa tasa de morosidad hipotecaria por parte de los particulares que se endeudaron para comprar su casa es todavía relativamente baja, pero también lo es que ese 5,16% de mora –los referidos casi 32.000 millones – conlleva una subida de casi 2 puntos respecto al 3,23% de hace un año, cuando esa morosidad no llegaba a los 21.000 millones.
En esos 11.000 millones de impagos nuevos registrados entre julio de 2012 y julio de 2013 influye el hecho de que se amorticen en su totalidad más préstamos hipotecarios de los que se conceden, pero también la cruda realidad del millón de familias en las que todos sus miembros han agotado los dos años de prestación por desempleo, y en muchos casos sobreviven con la ayuda contributiva, o ni eso, con lo que la carga hipotecaria se torna en impagable.
Solo queda, por tanto, esperar a conocer los sucesivos datos mensuales que vaya notificando el Banco de España para comprobar hasta dónde llega el agujero sobre esos casi 619.000 millones prestados por las entidades para comprar vivienda que están pendientes de devolver.