¿Se acuerdan de las hipotecas ‘subprime’ en Estados Unidos o de las hipotecas ‘basura’ que se otorgaron en España a quienes contaban con unos soportes para pagarlos, no del todo fiables, y que ahora están abocando a muchos de sus firmantes a entregar las llaves de sus viviendas a las entidades financieras por no poder hacer frente a los vencimientos del préstamo hipotecario?
Pues bien, el Gobierno británico presidido por David Cameron anda dándole vueltas a un programa encaminado a reactivar la alicaída economía, y no se le ha ocurrido otra cosa que relajar la política monetaria y, sí, oyen bien, articular un conjunto de estímulos para el mercado inmobiliario con subvenciones, préstamos de hasta un 20% de hipotecas para viviendas con un precio inferior de 600.000 libras y avales estatales para avalar créditos hipotecarios por un importe superior a los 150.000 millones de euros, unos 130.000 millones de libras.
Con los cambios propuestos, el contribuyente financiará subsidios, préstamos y avales hipotecarios que, en caso de impago, pueden dañar más aún la maltrecha salud fiscal del Estado británico.
Ante el anuncio de estas medidas, no han tardado en surgir múltiples voces acreditadas dentro del Reino Unido que ven en estas iniciativas una lógica subida de precios sin impacto apenas en la demanda, y otros que van más allá y ven en las restricciones que se imponen a la planificación urbanística como las verdaderas causantes del problema del mercado inmobiliario.
Tampoco son pocos los que ven en estas medidas como otro paso más para aumentar la carga impositivo, una carga fiscal a sumar a las decenas de incrementos acometidos en lo que va de legislatura. Y que, por lo demás, no han servido para atajar el crecimiento del gasto público y la deuda estatal, dos indicadores que acumulan años de continuo deterioro.
Haciendo caso omiso a todas estas llamadas de atención, los dirigentes políticos de Gran Bretaña prosiguen adelante con la idea, quizá por el hecho de que la grave crisis hipotecaria de Estados Unidos no tuvo una réplica tan profunda en las islas. Algo que fue así, porque, aunque en su momento la política monetaria del Reino Unido estuvo en línea con la expansión crediticia seguida tanto por la Reserva Federal como del Banco Central Europeo, la misma no se vio alimentada entonces por una ‘burbuja’ inmobiliaria, como sí ocurrió en Estados Unidos y en países europeos como España e Irlanda.