Aunque hacía meses que la decisión final de no llevar a cabo el macroproyecto de Eurovegas en Madrid estaba tomada, había que tensar la cuerda para que el acuerdo se fuera al carajo. Y ya se ha hecho.
Unas supuestas presiones del equipo de Sheldon Adelson sobre el Gobierno de Mariano Rajoy, en relación a avalar la inversión, e incluso las pérdidas posibles, han servido para que el Ejecutivo español diera portazo definitivo al tema.
Un asunto que le llegó al Gobierno mascado gracias a los seis años de negociaciones que la expresidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, había mantenido directamente con el magnate estadounidense. Con ella al frente de las negociaciones, todo fue un camino de rosas. Pero, cuando llegó la hora de la verdad, y ya con el equipo de Rajoy teniendo que tomar cartas en el asunto, todo se enredó de mala manera para acabar como ha acabado.
Aunque aparentemente fue su estado de salud y su idea de mantenerse en un segundo plano –algo que evidentemente no respondía a la verdad, como se ha podido comprobar– los motivos que llevaron a Aguirre a renunciar en septiembre de 2012 a su cargo de presidenta de la Comunidad de Madrid, las disputas mantenidas con Mariano Rajoy hacia Eurovegas pesaron lo suyo en esa decisión.
Desde entonces, todo habían sido palabras y buenas intenciones. Pero los retrasos empezaban a traslucir que los problemas eran de calado, tanto en España como fuera. Mientras, la Comunidad de Madrid se afanaba en facilitar el camino de rosas al proyecto, con modificaciones legales para arbitrar fuertes exenciones fiscales, construir los rascacielos que fueran menester y hacer una Ley de Patrimonio Histórico que no pusiera excesivo celo en los restos arqueológicos que pudieran encontrarse en los terrenos donde se fuera a asentar Eurovegas. Fuera, los bancos acreedores de Adelson le llevaban meses diciendo que la viabilidad de este proyecto no salía por ningún lado.
Ya antes de que Tokio ganara a Madrid la carrera por celebrar los Juegos Olímpicos en 2020, algunas entidades financieras de renombre a las que Adelson se había acercado para calibrar la posibilidad de obtener recursos, se desmarcaron sin tapujos, y adelantaban lo que finalmente ha sucedido