sábado, 1 abril 2023
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Actualidad y Noticias del Mercado Inmobiliario

Hacia el pleno empleo: Con Zapatero, alcanzar los 5 millones de parados es un riesgo real

El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, prometió crear dos millones de empleos en la presente legislatura. Esta promesa suponía enfrentarse al grueso de las predicciones de los principales organismos económicos nacionales e internacionales, para los cuales España se encontraba en los inicios de una crisis económica todavía difícil de cuantificar. La promesa de Zapatero resultaba aún más grotesca por el momento en el que fue formulada, ya que en el último trimestre de 2007 la economía española empezó a destruir empleo en términos netos, con una caída en la ocupación de 33.700 personas, las primeras “bajas” de la crisis.

Hoy, con una perspectiva de más de dos años desde la promesa de Zapatero, se puede comprobar cómo la situación es radicalmente contraria a la que el ejercicio de voluntarismo del presidente pronosticaba. De hecho, el mercado de trabajo en estos dos años no ha dejado de dar malas noticias, al convertirse en el principal receptor de las consecuencias negativas de la crisis.

La última de estas malas noticias la hemos conocido muy recientemente, con la publicación de los datos del primer trimestre de 2010 de la Encuesta de Población Activa (EPA). La rocambolesca manera en la que se conocieron los datos con anticipación, por un fallo en la web del INE que permitió durante unas horas el acceso a los datos varios días antes de su publicación, al parecer evitó su “maquillaje” por parte del Gobierno, con la intención de edulcorar algunos de los resultados que la encuesta ponía de manifiesto.

La tasa de paro, cada vez más “socialista”

Y es que la EPA no manipulada del primer trimestre de 2010 ha sido un nuevo mazazo para el Gobierno de Zapatero, y precisamente durante la presidencia de turno de España de la Unión Europea. De acuerdo con estos datos, la tasa de paro en España ha vuelto a superar el umbral del 20%, hasta un nivel del 20,05%, contra las previsiones de Moncloa, que pretendía evitar que esto sucediese, al menos mientras España “lidere” (¿?) la UE este semestre. La superación de este umbral psicológico refleja con crudeza las dramáticas consecuencias para nuestro mercado de trabajo de un Gobierno entregado en materia laboral a una dulce inacción –mientras se pudo vivir de las rentas dejadas por el Gobierno de Aznar– en complicidad con los sindicatos. La tasa de paro por encima del 20%, que se traduce en una cifra ligeramente superior a los 4,6 millones de parados, es un nuevo varapalo a la cada vez más endeble y tambaleante credibilidad del presidente y su equipo, siempre que se asuma, con buena voluntad, que todavía les quedaba algo de “crédito”.

Y este último comentario no es trivial. El Gobierno carece de credibilidad en materia económica y laboral. Todos los españoles recordamos de qué manera el presidente Zapatero negó sistemáticamente la existencia de una crisis, una postura que llegó incluso a sostener en sede parlamentaria en julio de 2008, cuando ya la economía española sufría un crecimiento negativo del PIB. Todos los españoles recordamos cómo se insultó y se desprestigió a los que, con información solvente en las manos, alertaban de la crisis, a los que se llamó antipatriotas.

Y nadie puede olvidar cómo entre otros el ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, en enero de 2008 afirmó con rotundidad que “no llegaremos a los cuatro millones [de parados] de ninguna de las maneras y nos quedaremos muy por debajo”. Con estos antecedentes, resulta inquietante escuchar al secretario
de Estado de Economía, José Manuel Campa, quien ha afirmado, una vez conocidos los datos de la EPA del primer trimestre de 2010, que “se puede descartar que el número de parados pueda llegar a los 5 millones de personas”.

No es cuestión de polemizar sobre si se sobrepasarán o nos quedaremos a las puertas de los cinco millones de parados en los próximos trimestres. El hecho de contar ya con una cifra de paro récord en España, 4.612.700 personas, a unos pocos pasos de los cinco millones, ya es de por sí una pésima noticia y un “motivo para no creer” en Zapatero.

Un Zapatero que prometió la creación de dos millones de empleos en la presente legislatura y que, a día de hoy, ya cuenta con 2.008.100 empleos destruidos, justo lo contrario. Un Zapatero que prometió el pleno empleo, y que desde el momento de esa promesa hemos visto cómo el paro crecía de manera ininterrumpida a un ritmo de 3.340 parados al día durante los últimos dos años. De hecho, hoy el número de parados ha aumentado en 2.438.500 personas desde que Zapatero nos prometió el pleno empleo y la prosperidad.

Nunca en la historia posterior a la Guerra Civil la situación económica y laboral se había degradado tanto en tan poco tiempo. Es auténticamente inaudito en nuestra historia el mantenimiento durante dos años completos de una sangría de aumento del paro de más de 3.300 personas al día. Hasta hace pocos años, la posibilidad de que España pudiese llegar a los cinco millones de parados parecía un disparate. Hoy, lamentablemente, es una posibilidad real que hay que tener bien presente con importantes repercusiones en el ámbito social, económico y financiero.

Ése es el dramático balance que, en materia laboral, nos ofrece el presidente del Gobierno en lo que llevamos de legislatura: hemos pasado de estar a un paso del pleno empleo en España a acercarnos cada vez más al “pleno paro”. Con el nivel de desempleo que hemos alcanzado en el primer trimestre del presente año, la tasa de paro se consolida en niveles “socialistas”, por encima del 20%. Y éste es un buen momento para recordar con estupefacción la bravuconada de Zapatero, en abril de 2008, cuando se atrevió a afirmar rotundamente que la peor previsión de paro que su Gobierno podría tener sería mejor que la mejor que tuvo el Gobierno de Aznar.

Lo cierto es que Zapatero ha conseguido dejar en buen lugar al anterior presidente socialista, Felipe González, que cuando llegó al Gobierno se encontró con una tasa de paro del 16,61% y cuando dejó el Gobierno dicha tasa “sólo” estaba 6,3 puntos por encima (en el 22,91%). Nuestro actual presidente recogió una inmejorable herencia del Gobierno del Partido Popular, una tasa de paro del 11% –y es que durante los ocho años de gobierno de Aznar la tasa de paro se redujo a la mitad– y ha conseguido aumentarla en 9 puntos y volver a situarnos otra vez por encima del 20%.

La crisis del empleo en España ha sido social y económicamente catastrófica para todos, y muy especialmente para aquellos que han sufrido directamente en sus familias el azote del desempleo. Quizá una ironía de la dramática destrucción de empleo, que está afectando más a los hombres que a las mujeres, es que hoy la tasa de paro masculina en España (19,96%) es “prácticamente igual” a la femenina (20,16%): quizá ésa sea la política de igualdad del Gobierno socialista.

Los que también están notando que “igual da” buscar empleo que no hacerlo son los jóvenes, que con una tasa de paro por encima del 40% (40,9 según la última EPA, prácticamente coincidente con el 41,2% que daba Eurostat en su último dato) se encuentran en una situación comparable a la de los peores momentos del Gobierno de Felipe González. Las dificultades en el empleo juvenil se están sintiendo en gran parte de Europa como consecuencia de la crisis económica, pero lo que en algunos países se puede calificar de situación complicada en España sólo merece el calificativo de drama. En estos momentos, con una tasa de paro del 41,2% entre los jóvenes menores de 25 años, estamos duplicando en nuestro país la tasa media de paro de los jóvenes en la UE27, que es del 20,6% y vemos en la distancia tasas como las de Alemania, donde los jóvenes sólo tienen en estos momentos un 10% de paro.

Y es que, pese a lo que se nos quiere hacer creer desde el Gobierno, la crisis económica no nos ha golpeado igual a todos los países, especialmente en el mercado de trabajo. Así, mientras que España ha experimentado una caída del PIB durante estos años de crisis algo menor al promedio de la caída en la UE, lo cierto es que las consecuencias negativas en el ámbito laboral han sido incomparablemente peores.

Así, cuando se compara la evolución de las tasas de paro en el inicio de la crisis con la situación actual se comprueba que en España se ha pasado de una tasa del 8% en septiembre de 2007, muy próxima a la tasa promedio de la UE (7%) y por debajo de la tasa de paro de países tan relevantes como Francia
(8,6%) o Alemania (8,1%), a una tasa que en estos momentos asciende al 20,1%, prácticamente duplicando la tasa media de la UE (9,6%), tras haberse incrementado 12 puntos. En el mismo periodo los principales países de la UE han experimentado con carácter general el impacto de la crisis en sus
tasas de paro, pero los aumentos de la misma han sido mucho más moderados, en el entorno de los dos puntos porcentuales. Y, por supuesto, es muy llamativo el caso de Alemania, donde en el periodo analizado la tasa de paro se ha reducido en ocho décimas.

¿Por qué es esto así? ¿Qué parte de este pésimo comportamiento diferencial es achacable a nuestro Gobierno? Una parte importante de la responsabilidad corresponde al Gobierno de Zapatero, dado que a sabiendas de la que se avecinaba –todos los organismos relevantes, tanto nacionales como internacionales, que realizan previsiones económicas vaticinaron la crisis, por lo que el Gobierno no puede utilizar como excusas el desconocimiento y la sorpresa respecto a lo que nos podía suceder– el Gobierno decidió no hacer nada, no hacer sonar las alarmas y negar sistemáticamente que nos fuéramos a ver afectados por la crisis, por un cálculo totalmente electoral, ya que estábamos a pocos meses de unas elecciones generales.

Lo que resulta inexplicable es que, una vez que han pasado dos años de las elecciones, el Gobierno, por diversas razones de tipo ideológico o de evitación de enfrentamientos con los sindicatos –cómplices silenciosos de la degradación del mercado laboral español y del aumento de 2,5 millones de parados–, sigue sin adoptar una serie de reformas estructurales y laborales muy obvias, que un clamor internacional exige.

Todas las reformas que Zapatero tiene pendientes –reforma energética, unidad de mercado, justicia, reforma laboral, por citar sólo algunas– llegarían ya tarde, con años de retraso. En materia laboral, una reforma valiente y a tiempo hubiera permitido salvar cientos de miles de empleos que se han destruido al carecer las empresas, por ejemplo, de mecanismos adecuados de flexibilidad interna para poder adaptar la actividad productiva a la situación coyuntural de la crisis. Este hecho, unido a los desincentivos a la contratación, ha destruido innecesariamente tejido productivo e incrementado el paro, y ha transformado así parte de los efectos coyunturales de la crisis en un pesado lastre para el futuro de la sociedad y la economía española.

La demagogia del Gobierno en este aspecto ha sido palmaria, ya que ha pasado de negar sistemáticamente la necesidad de una reforma laboral –recuérdese, por poner un único ejemplo, que hace menos de un año, en el verano de 2009, el ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, afirmó categóricamente que “no hay reforma laboral en la agenda del Gobierno”– y de despreciar públicamente a quienes defendían su necesidad, blandiendo el falaz argumento de que pedían el “despido libre”, a pretender ahora llegar a un acuerdo urgente con los agentes sociales, donde el contenido no es lo fundamental, con tal de poder decir públicamente que se ha hecho una reforma laboral.

¿Es que el Gobierno de verdad ha cambiado su punto de vista y ahora sí considera necesaria una reforma en profundidad de nuestro mercado de trabajo? ¿Es que cree que es vital para alejar de España el fantasma de los cinco millones de parados? Aunque llegase tarde, eso sí sería una buena noticia, ya que como dice un proverbio africano, “el mejor momento para plantar un árbol fue hace veinte años. El segundo mejor momento es ahora”. Sin embargo, ese cambio de mentalidad del Gobierno no está nada claro.

Es mucho más probable que la urgencia del Gobierno por contar con una reforma laboral sobre la mesa venga marcada por la necesidad de lanzar un mensaje internacional que pueda serenar a los mercados e inversores, el mensaje de que en España se hacen reformas. Pero no es fácil engañar al resto del
mundo, buenos conocedores de la autocomplacencia de Zapatero, de su tendencia a anteponer su ideología a las reformas necesarias para el bienestar del país que gobierna y conocedores de su pavor indisimulado a dar un paso que pueda acercar a los sindicatos a una convocatoria de huelga general.

Por si los pésimos datos de paro no fueran bastante, tampoco ayudan a dar confianza declaraciones como las del secretario de Estado de Economía, José Manuel Campa, quien ha diferenciado de forma tajante los datos de empleo y paro de la EPA, publicados por el INE –organismo que depende de él mismo y que Campa califica de “independiente”– de los datos oficiales del paro registrado, publicados por el Ministerio de Trabajo, pudiendo así dar a entender que estos últimos, al “depender de un ministerio [sic]”, carecen de independencia.

A los mercados no se les puede engañar con reformitas timoratas y medidas improvisadas, y pese a que por activa y por pasiva últimamente se escucha que España no es Grecia, lo cierto es que la credibilidad del Gobierno de Zapatero está al nivel de la de los bonos basura.

Valentín Bote Álvarez-Carrasco, profesor de Teoría Económica (UAM).

Fuente: FAES

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