Madrid. El programa de optimización y consolidación de inmuebles en Madrid puesto en marcha por el Estado francés hace cinco años se salda, de momento, con un sonoro fracaso. Decían hace ya un lustro los expertos consultores inmobiliarios, frotándose las manos por la comisión que ya avistaban, que la venta de un palacete como el que acoge la Embajada en Francia en Madrid, junto a la puerta de Alcalá, sería pan comido.
Pues bien, el pan se lo siguen sin comer. Y es que el precio próximo a los 25 millones de euros que pedían los galos ha resultado excesivo, pero las rebajas practicadas, que han colocado ya el precio en poco más de 15 millones, también. Tampoco han logrado colocar los dos edificios que acogen la representación consular al otro lado del paseo de la Castellana, en la calle del Marqués de la Ensenada.
En su momento, la puesta en venta del Palacio de Arenzana, que acoge la sede de la Cancillería en la calle de Salustiano Olózaga, 9, se convirtió en todo un referente para testar la salud del mercado inmobiliario pocos meses después de que estallara la burbuja inmobiliaria.
Se daba por hecho que sus 2.250 metros cuadrados se venderían sin problema. Pero el lujo que encierra en su interior no fue suficiente para que inversor alguno pusiera encima de la mesa los cerca de 25 millones que se pedían inicialmente. Se trata de un edificio en esquina que no se ciñe al perímetro de la manzana característica del Ensanche, sino que fue concebido retranqueado en su parte frontal con el fin de resaltar su fachada y ganar un espacio para ubicar un jardín.
En su construcción se emplearon los mejores materiales, con decoración a base de arcos de medio punto, arquitrabes, además de frontones rotos y ornamentación con guirnaldas, hojas y conchas. Una rehabilitación a mediados del pasado siglo permitió restaurar el acceso principal. Además de la sede de la Cancillería, dispone de un teatro, biblioteca, mediateca, salón de exposiciones y 26 aulas.