Eurovegas y BCN World, las dos grandes actuaciones basadas en el negocio del juego con las que Madrid y Barcelona, respectivamente, quieren poner las bases de su futuro crecimiento económico, caminan con pies de plomo.
Parecía que ambos proyectos saldrían adelante sin mayores problemas cuando hace un año fueron anunciados a bombo y platillo, pero las dudas no han dejado de aumentar hasta el punto de que nadie sabe, a ciencia cierta, si se llevarán a cabo. Si uno, si otro, uno de los dos o ninguno.
Sea como fuere, el empresario valenciano Enrique Bañuelos, promotor de BCN World ya sabe que, como el estadounidense Sheldon Adelson en Eurovegas, deberá presentarse a un concurso público para ganar las seis licencias de juego del proyecto. Un paripé dirigido, como el de la Comunidad de Madrid, piensan muchos, pero concurso público al fin y al cabo.
Además de ganar el referido concurso para hacerse con las licencias en liza, Bañuelos debe esperar a que se apruebe el cambio de ley que se tramita en el Parlamento de Cataluña para que en BCN World se pueda jugar, y a que una modificación urbanística del Centro Recreativo y Turístico (CRT), de Vilaseca i Salou, permita concentrar la edificabilidad prevista en todo el área, unos 300.000 metros cuadrados, un suelo ahora proyectado para albergar viviendas unifamiliares.
La aprobación de la ley pondría en marcha todo el proceso, y sería el momento en que Veremonte certifique que dispone de los 1.000 millones de euros pactados con sus socios Melco, Value Retail y Melía para abordar la primera fase del proyecto que, si todo marcha según lo previsto por Veremonte, la empresa de Bañuelos, podría empezar antes del próximo verano para estar acabada en 2016. A partir de ese momento, cabría la posibilidad de que el complejo saliera a cotizar en Bolsa por lo que implica de seguridad jurídica.
Mientras tanto, en las últimas semanas, coincidiendo con el nuevo arreón reivindicativo sobre la independencia de Cataluña, y ese referéndum previsto para 2014, algunas voces interesadas han dejado caer que este proyecto se iría al carajo si esa independencia se produjera.
El problema para estos inversores no es tanto que eso sucediera como que la región, una vez independizada, quedara fuera de la zona euro. Lo primero sería hasta asumible, lo segundo ni por asomo.