Madrid. ¿Se imaginan que dentro de tres años, en plena campaña electoral –si antes no sucede nada anómalo que las haga adelantar– el Gobierno de Mariano Rajoy se ve obligado a renegociar el vencimiento de decenas de miles de millones de la deuda soberana española comprada por el Banco Central Europeo (BCE) en el mercado secundario?
Rajoy y su equipo sí se lo han imaginado y, claro, no les gusta nada. No tanto por el mero hecho de la negociación que en esas fechas se pudiera producir, como las nuevas condiciones restrictivas que supondría para el conjunto de los ciudadanos. Y es la gran razón por la que se ha descartado solicitar el inevitable rescate en 2012.
Pero, descartada esta opción, otro asunto electoral, el de Alemania, condiciona seriamente las fechas para solicitar la ayuda. En 2013, primero en enero, con los comicios regionales en Baja Sajonia y Baviera, y luego con las generales de octubre, dejarán a la canciller Angela Merkel poco margen de maniobra ante la eventualidad de tener que hacer frente a un rescate de tal magnitud, como sería el de España.
Con estas agendas electorales tan apretadas, serán los mercados y las agencias de ‘rating’ –al final, el detonante de la ayuda de Portugal de aceleró definitivamente cuando de golpe le rebajaron tres escalones en la calificación de su deuda– los que tendrán la última palabra.
En el caso de España se está viendo cómo esas compras y ventas de deuda se llevan a cabo para conseguir uno u otro objetivo. Se rebajó hace un mes hasta los 350 puntos dando por hecho que el rescate sería inminente y, al ver que no lo era, han vuelto a presionar con fuerza hasta situar de nuevo esa prima de riesgo en el entorno de los 460 puntos y dejando el diferencial del interés del bono a diez años respecto del alemán al borde del 6%. Porcentaje que resulta inasumible durante un tiempo prolongado.
Al final no es más que un juego perverso. Las autoridades españolas muestran una cautela permanente. Nadie se puede atrever a señalar públicamente que se descarta el rescate, pues la reacción sería furibunda. Las ventas de deuda se amontonarían y, en cuestión de horas, esa prima se iría por encima de los 600 puntos y el diferencial más allá del 7%. Pero tampoco la presión se va a relajar por mucho tiempo si esos mercados entienden que el rescate se va a demorar más de lo que ellos pensaban, que es lo que ha sucedido en las últimas semanas con ese ‘rally sube-baja-sube’ de 100 puntos.