Madrid. Cada día la misma historia acerca de si realmente estamos al final del túnel de la recuperación o si, por el contrario, el panorama sigue siendo igual o peor que hace unos meses.
La verdad es que, por mucho que se esfuercen los grandes empresarios –ayer le tocó salir a la palestra al presidente de Telefónica, César Alierta– para poner esas gotas de optimismo que el Gobierno les reclama de forma permanente, lo cierto es que, a la hora de la verdad, datos, lo que se dice datos, que puedan dejar entrever que esa recuperación está en vías de producirse no ya este año –el propio Alierta daba por hecho que a la vuelta del verano, o sea dentro de nada, España ya estaría creciendo– sino el venidero, pocos. Realmente pocos. Si acaso esas exportaciones y el turismo, mal que bien, siguen aguantando, pero poco más.
Si no, cojamos los últimos datos. Esos que dicen que la morosidad bancaria, sobre todo proveniente del sector inmobiliario y de la construcción, sigue subiendo. Fue un mero espejismo la reducción de diciembre, debido al traspaso de los 60.000 millones de activos a la Sareb –lo mismo que sucederá en febrero cuando se retiren de los balances de las entidades del Grupo 2 los créditos transferidos al ‘banco malo’–, pero en enero, sin traspasos que valga, nuevo incremento de los impagos, con lo que son 170.000 millones, el 10,78% de los créditos pendientes de amortizar, los que corren el riesgo de no ser devueltos.
Conclusión, que el saneamiento financiero está lejos de cerrarse, y siguen existiendo –y más que van a existir por la situación que atraviesa la mayoría de los sectores– grandes sospechas de que los activos tóxicos siguen estando muy presentes en los balances de los bancos, y su cobertura deberá llevar aparejada la aportación de adicionales provisiones.
Otro dato. El de la deuda pública. La deuda pública española continúa con su escalada imparable. El conjunto de las Administraciones Públicas tiene un pasivo de casi 900.000 millones, el 85,3% del PIB. Mucho. Y lo peor es que la cosa no mejora. Todo lo contrario. Solo en enero esa deuda se incrementaba en casi 12.000 millones.
Y luego, como colofón, las nuevas insinuaciones del ministro de Hacienda y Administraciones Públicas, Cristóbal Montoro, respecto a nuevos impuestos, esta vez a la banca sobre sus depósitos. Otro argumento más para cortar el poco vuelo del crédito.
Y mientras algunos grandes empresarios siguen viendo ‘brotes verdes’ –deben ser los únicos–, llegaba el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, a la sesión de control en el Congreso de los Diputados, para dejar caer que lo de las previsiones presupuestarias son ya papel mojado. Y que quizá, como desde todos los estamentos -públicos y privados, españoles y extranjeros–, se ha comentado por activa y pasiva, lo de decrecer solo en 2013 un 0,5% va a ser que no. “Las previsiones no son quinielas, son objetivos de política económica que deben cumplirse, y de hecho vamos a cambiar estas previsiones”, y se queda tan ancho.