Se está recuperando de nuevo el ritmo de venta de viviendas después de años de caídas brutales, pero el incremento podría ser mucho mayor de no ser por la resistencia en la que siguen instalados muchos vendedores -aquellos que, evidentemente, no tienen una necesidad acuciante de deshacerse de sus propiedades- a rebajar ni un euro el precio inicial de salida.
Y no son pocos. Más de la mitad de los propietarios que el pasado año no lograron cerrar la transacción no lo hizo por no estar dispuesto a aplicar ningún tipo de descuento.
No obstante, la rebaja tampoco es garantía de nada. Dos tercios de los que pusieron su casa en venta y, además, aplicaron un descuento de hasta el 14%, tampoco pudieron cerrar la operación.
Un dato que corrobora el hecho de que el precio es importante, pero no tanto, y que otras variables, sobre todo la ubicación del inmueble, cada vez juegan un papel más determinante en la escala de valores del comprador.
El tercio de los propietarios que sí lograron vender también aplicaron de media esa rebaja del 14%, la menor registrada en los últimos seis años. Un periodo en el que el descuento ha oscilado entre el 15% y el 18%, salvo en 2012, en el periodo álgido de la crisis económica coincidente con el rescate de España por parte de la Comisión Europea para sanear el sistema financiero, cuando los descuentos alcanzaron el 27%.
Los propietarios que vendieron en 2015 tardaron una media inferior a los 11 meses, un mes menos que en 2014. El 44% vendió en menos de seis meses, el 25% tardó entre 7 y 12, un 16% hasta dos años y el 15% restante lleva más de 24 meses con el piso en venta.
Casi la mitad de los que pusieron en venta la casa era la habitual, de cara a comprar otra, vivir en alquiler o por traslado obligado debido a razones laborales. La otra mitad se reparte entre segundas residencias y, en menor medida, en propiedades procedentes de herencias.
Las dificultades para vender directamente han provocado un aumento de la contratación de un profesional inmobiliario por la calidad de las visitas, la comodidad en delegar la gestión, la falta de visitas recibidas previamente y, también, para evita el engorro que supone el papeleo.