Madrid. A la vista de los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) sobre las proyecciones de la población española se me viene a la mente un estudio realizado por los promotores españoles sobre la necesidad de que a partir de 2015 la construcción residencial en España cogiera velocidad de crucero con el inicio de unas 300.000 viviendas cada año.
Los datos del INE dejan en evidencia las previsiones de los promotores, cuando dan por sentado que estamos ante una progresiva reducción de la población española, de algo más de un millón de habitantes menos en cada una de las décadas que se avecinan, de forma que en 2052 España tendrá cinco millones menos de habitantes de los que tiene ahora.
Es más, a partir de 2018 ya se aprecia un crecimiento natural negativo, con una dinámica continuamente decreciente entre nacimientos y defunciones. Cada vez menos, cada vez más viejos y con menos nacimientos. En los próximos años España continuaría registrando un paulatino descenso de la natalidad. Así, en 2021 nacerían 375.159 niños, casi un 20% menos que en el último año. Hasta 2031 se registrarían 7,7 millones de nacimientos, un 9% menos que en los últimos 20 años.
El panorama, la verdad, no pinta muy bien para ir largando por ahí informes sobre la necesidad imperiosa de construir viviendas sin ton ni son. Simplemente, se tendrán que construir las estrictamente necesarias, para aquellas que realmente exista una demanda cierta y que, además, sea solvente.
Quedaría descartado, pues, el esquema de promoción inmobiliaria que nos ha llevado hasta la actual situación, de masiva especulación con los terrenos que ahora no valen nada, pero que en los tiempos de la locura fueron adquiridos por esos 140.000 millones de euros que alguien, en algún momento, se debe apuntar como pérdidas en su mayor parte.