sábado, 1 febrero 2025

La dación en pago y su escasa repercusión en el mercado inmobiliario

Madrid. Habrá que ver cómo finalmente se sustancia la figura de la dación en pago y ese código de buenas prácticas con el que ministro de Economía y Competitividad, Luis de Guindos, quiere animar a las entidades financieras a que adopten esta figura, si quieren,  a cambio de obtener beneficios fiscales por las pérdidas ocasionadas.

A priori, la medida parece lanzada más a la galería que otra cosa, y no resulta excesivamente novedosa. De hecho, ya existían fórmulas para conseguir el cobro de la deuda, como quedarse el piso y alquilárselo después a su cliente, o reducir la deuda a límites que posibilitara recuperar el máximo posible según la situación de cada caso. Lo novedoso hubiera sido que su aplicación se hubiera impuesto bajo un carácter legal. Al no ser así, todo quedará a voluntad de cada entidad. Algunas, como Bankia o Bankinter, salieron rápidamente al paso para señalar que ellas ya llevan tiempo echando mano de la dación, y otras, como BBVA, se han apresurado a otorgar la dación en algunos casos.

No está nada claro que la dación vaya a servir para incentivar el mercado inmobiliario. No tiene por qué. La clave para que esto suceda está exclusivamente relacionada con la financiación para que, primero, se puedan comprar las viviendas del ingente ‘stock’ y, después, se pongan en marcha nuevos proyectos residenciales. Los que, en cada momento, sean necesarios para cubrir la demanda puntual. Ni más ni menos.

Pero no parece que la banca esté por la labor. Su prioridad pasa por financiar la compra de sus propias viviendas, y luego ya se verá. Una gestión de activos harto complicada dada la actual situación de la economía española. Un ejemplo que lo certifica. Ayer miércoles finalizaba una promoción, de una semana de duración, en la que Bankia ofrecía 1.400 inmuebles (plazas de garaje, trasteros y casi 700 viviendas nuevas) con descuentos superiores al 50%, y el resultado no ha sido muy bueno que digamos. Solo cuatro inmuebles se han logrado vender.

Pese a las voces que, desde algunos sectores, insisten en reiterar la necesidad de que se abra el grifo del crédito, la banca hace oídos sordos. Esta misma semana, el presidente de la Asociación Española de la Banca (AEB), Miguel Martín, lanzaba un nuevo aviso a navegantes. “Difícilmente el crédito puede crecer con una economía que se derrumba”, refiriéndose a es previsión del retroceso del PIB del 1%, para sentenciar que solo “cuando el sistema se sanee y haya una mínima demanda, la banca estará dispuesta a subir el crédito”.

No antes. Hasta entonces, las entidades financieras están a otra cosa. Deben afrontar en los próximos tres años vencimientos de deuda de miles de millones de euros, y quieren contar con garantías suficientes de que tendrán liquidez para amortizarlos. Y es ahí donde están. Cogiendo a manos llenas dinero del Banco Central Europeo (BCE) al 1% para después comprar deuda pública con un interés tres veces mayor. El negocio es redondo, y el riesgo mínimo. No como sucede con el ladrillo.
 

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