Obras como la M-30, que llegan a triplicar el coste previsto, son lo más habitual por falta de la planificación y supervisión adecuada.
Desde las fases iniciales, un buen diseño que tenga en cuenta todas las necesidades evitaría cambios caros que son además una puerta abierta a las irregularidades.
Jeffrey Sújar, VP y managing director de Hill International en Europa Occidental, ha asegurado que si se introdujeran técnicas de project management en la obra pública se podrían ahorrar millones de euros cada año al erario y no ocurrirían casos como el de la M-30. El motivo es que, en la fase de diseño de las obras, los equipos de project management hacen un trabajo preliminar imprescindible, sin el cual los proyectos quedan tan indefinidos que desde el inicio se sabe que van a cambiar durante la ejecución. «Y esos cambios son los que luego suponen que se llegue a triplicar el coste estimado inicialmente», añade Sújar, «algo que no sucede cuando tienes una empresa independiente que controla todo el proceso, desde la fase de definición de las necesidades de la obra, los estudios previos, la contratación de equipos, etc.».
«Este trabajo preliminar no se hace bien y, cuando los proyectos salen a licitación pública, las empresas que se presentan tienen que tirar los precios, a sabiendas de que esos precios no dan para hacer obras de calidad, y menos para hacer estudios previos», añade, «todos los contratistas saben que los proyectos están tan indefinidos que habrá que cambiarlos sobre la marcha, y ahí vienen los sobrecostes: los cambios son muy caros».
A su juicio, como las administraciones están contratando obra pública mediante subasta electrónica, en la que un 70 o un 80 por ciento del peso en la decisión de adjudicación recae en la oferta económica, el problema no hace más que agravarse: «Las empresas saben que la única manera que tienen de hacer posible el proyecto es presentar precios contradictorios una vez todo en marcha, o proponer cambios en lo que la administración no ha planificado bien».
«Todos estos cambios tienen precios elevadísimos», asegura Sújar, máximo responsable de la principal compañía de project management presente en España: «La falta de previsión de riesgos, unida a los cambios generados por la propia administración que no tiene claro el proyecto desde el principio, resulta un lastre que pagamos todos».
Propone ir hacia un modelo parecido al anglosajón, cada vez más frecuente en países del norte de Europa, en el que todas las obras públicas cuentan desde el principio con un project management, externo o interno, que garantiza la trazabilidad y transparencia de la obra, y fiscaliza todo el proceso, incluidos los posibles cambios, para evitar que a través de ellos acaben produciéndose espacios de indefinición que escapan a todos los controles públicos.
«La administración pone un peso enorme en la valoración del precio de la obra, se controlan mucho los procesos de contratación, con varias revisiones y tribunales, al final para adjudicar los trabajos al que oferta el menor precio, y, sin embargo, hay muy pocos filtros a la hora de aceptar cambios: una vez que se adjudica la obra, todo es mucho más laxo», concluye.