Los datos nos demuestran que la industria de las oficinas goza de buena salud, pero su modelo de negocio está transformándose para adaptarse, por un lado, a los cambios sociales y culturales y, por otro, a la relación que se establece entre los profesionales y las compañías para las que trabajan. A estos dos factores, se suma el impacto que la digitalización está aportando a los negocios, permitiendo una eficaz y rápida interconexión entre todos los agentes que conforman el ecosistema empresarial, sin que, necesariamente, tenga que primar el contacto físico.
Surge en este contexto un modelo de espacio empresarial en el que prima la flexibilidad, con el objetivo de retener el talento. Se constata que las «cuatro paredes» en las que estar confinado a lo largo y ancho de la tradicional jornada laboral (9 a 18 horas) no es la opción idónea para motivar y elevar la productividad. Ahora se buscan zonas de trabajo que inspiren, que fomenten la creatividad, el networking y la identificación con la cultura de la empresa en la que estás integrado. Lugares en los que sentirse cómodo para socializar y vivir experiencias con y para el resto de los empleados, clientes y proveedores, favoreciendo las sinergias, a la vez que se acondicionan estancias con capacidad para facilitar el silencio, la concentración y la privacidad.
El concepto coworking o espacio flexible, se desarrolla con las ideas, planificación y trabajo de diseñadores, arquitectos, interioristas y constructores, que buscan alcanzar los mayores niveles estéticos, sin restar practicidad, comodidad y seguridad al activo. La sostenibilidad es una exigencia normativa y ética, pero también lo son los requerimientos de la nueva figura que está afianzándose en las plantillas con distintas denominaciones: «happines manager», «feelgood manager», «happiness performance manager» o «chief happiness officer». Este nuevo cargo, importado de Silicon Valley para las grandes corporaciones, está ya velando por la implantación de un entorno de trabajo óptimo, que permita mantener la motivación general e incrementar la productividad o eficiencia de cada trabajador.
Desde misoficinas.es comprobamos día a día que lo que hoy está en juego no sólo es alquilar metros cuadrados, sino disponer de una serie de posibilidades, de alternativas dentro de un mismo espacio, incluida la del descanso y la desconexión. Los activos tienen que ser motivadores, que atraigan, que sea plurales y que acojan la diversidad. La relación bidimensional inquilino/propietario también ha cambiado para diversificarse con la fórmula del coworking.
Pero, y ¿quién demanda este nuevo espacio laboral? Se está demostrando que no es sólo un requerimiento de los millenials, de startups o de pymes. No es una moda o una tendencia, sino una realidad ya consolidada. Las grandes corporaciones ya han asimilado como propia y necesaria la reconversión a este modelo, al igual que ocurre con los procesos de digitalización de las empresas. Ya es una exigencia, más que una opción, si quieres ganar en competitividad.
Desde misoficinas.es vemos una creciente demanda de espacios de coworking y a la vez siguen aumentando las demandas de oficinas tradicionales, por lo que constatamos que el crecimiento de leads de coworking no va en detrimento de los de la oficina tradicional.
Hay otra variable interesante en este contexto y es que el cinturón de las ciudades ya no es una preferencia. «Las afueras» no es la opción más interesante por los problemas de movilidad y transporte que originan. La gente quiere vivir y trabajar en la ciudad y, a ser posible, en zonas céntricas. La ciudad es «cool» y la pregunta es si podrá acoger tanta demanda sin el efecto inflacionista o especulativo correspondiente.
Estamos obligados a observar y preservar estas variables a la hora de adoptar decisiones, porque el denominado modelo coworking o espacio flexible tiene mucho recorrido, afecta a todos los sectores empresariales y se ha instalado para quedarse.