Madrid. Si leemos y releemos el marco legal de los Reales Decretos en torno a los que se ha montado el ‘banco malo’ español, la Sareb, existen bases ciertas para que el mercado inmobiliario cambie definitivamente la mentalidad con la que ha venido trabajando hasta ahora, para dejar de lado, de forma exclusiva, esa anquilosada idea de adquirir suelo para su transformación en vivienda y venta posterior.
No se trata de que esa práctica se destierre definitivamente, pero desde luego no es la vía por la que se debe transitar a corto y medio plazo, con la escasez de crédito existente y la evidente realidad de una situación económica con una capacidad muy limitada para hacer frente a una compra de esta envergadura.
No hay dinero, pero sí suelo. Y la Sareb tiene para dar y tomar. A partir de ahí, habría que ir hacia fórmulas de promoción o venta de derechos de superficie a largo plazo para que los promotores desarrollen un producto, el que sea, asuma el riesgo de la construcción y comercialización, aplica un margen por su actividad y venda ese derecho de uso al cliente por no menos de 80 años, siendo transmisible hasta su extinción, momento en el que el propietario del suelo recupera el dominio.
Para el cliente, este derecho a largo plazo resulta más asequible –pago de un canon mensual o anual al propietario del suelo durante el periodo de cesión– y, además, contiene un valor patrimonial de mercado, que fluctúa en función de los mismos parámetros que afectan al precio de la vivienda y que se puede transmitir durante un tiempo determinado o poner en alquiler.
Una fórmula que permitiría a los titulares del suelo, la Sareb o los fondos FAB que se constituyan, titulizar esos cánones y obtener así recursos para financiarse o financiar a los usuarios finales que adquieran el derecho de uso del vuelo.
La iniciativa permitiría impulsar tanto el crecimiento como la creación de empleo –no evidentemenete, ni en un caso ni en otro, a los niveles de mediados de la pasada época, peró sí lo suficientemente sostenido y sostenible.
