Madrid. En multitud de corrillos alguna vez hemos oído que Madrid es la segunda ciudad más ruidosa del mundo, solamente superada por Tokio. ¿Pero se trata de una afirmación real o es otro mito más de los que rodea a la ciudad? Según, Antonio Pérez-López, presidente de la Sociedad Española de Acústica (SEA),“esta es una afirmación `gratuita´ basada en un informe de la OCDE de 1991”.
Cierto es que “en los años 90 no existía norma ni limitación alguna a nivel nacional o europeo que estableciera a partir de que límite se debe considerar que existe un problema de contaminación acústica, ni una graduación de dicha contaminación cuando esta existe”, señala Plácido Perera, miembro de la SEA, en el artículo “Falsa leyenda: Madrid es la ciudad más ruidosa después…”. En aquellas fechas, sólo se tenían datos reales de los niveles sonoros ambientales de la almendra central de Madrid. Concretamente el 53,60% de los habitantes de esta zona se veía afectado por niveles sonoros ambientales superiores a 65 dBA. “Si tenemos en cuenta que la almendra central es una de las zonas más antiguas de Madrid, podemos concluir que los ciudadanos de Madrid soportan niveles sonoros ambientales muy similares a los de grandes ciudades de Europa, sean o no mediterráneas”, afirma Perera.
Pero esta “falsa leyenda” no quiere decir que Madrid no soporte un importante problema de contaminación acústica. Una realidad que se hace evidente en las comunidades de propietarios de edificios antiguos. No hay que olvidar que la transmisión del ruido se realiza no sólo a través de los suelos, techos y paramentos de las viviendas, sino también de los elementos estructurales del edificio.
La legislación que establece los parámetros que se deben cumplir en relación con el ruido generado es extensa, pero es el Código Técnico de la Edificación (CTE) el que ofrece soluciones técnicas y constructivas para dar cumplimiento a las exigencias básicas de protección contra el ruido (“limitar, dentro de los edificios y en condiciones normales de utilización, el riesgo de molestias o enfermedades que el ruido pueda producir a los usuarios como consecuencia de las características de su proyecto, construcción, uso y mantenimiento”).
Y es que, “con la entrada en vigor del CTE, y más concretamente del Documento Básico DB HR Protección frente al Ruido, se ha mejorado en gran medida tanto el aislamiento acústico de los edificios en general, como el acondicionamiento acústico de determinados locales”, asegura Pérez-López, presidente de la SEA. No obstante, “en los edificios existentes, construidos antes de la aprobación del Código, la aplicación de los parámetros establecidos por la norma se convierte en una labor casi imposible, debido a sus costos y las pérdidas de espacio que se originan en las viviendas”, añade Enrique Fernández, asesor de Arquitectura del Colegio Profesional de Administradores de Fincas de Madrid.
Dejando a un lado la legislación existente, y ante la dificultad de realizar unos aislamientos interiores que eviten el ruido, podemos afirmar que éste es un problema de civismo y educación de los comuneros. Como dice Enrique Fernández, “el ruido se podría reducir enormemente con una educación adecuada y un conocimiento de donde empiezan y terminan las libertades de cada individuo”.