Día clave hoy lunes para el futuro de los planes hidrológicos de las demarcaciones del Ebro, Ceuta, Melilla e Islas Baleares, con su presentación en el Consejo Nacional del Agua. El plan del Ebro contempla la creación de 445.000 nuevas hectáreas de regadío en la cuenca, aumentando el total a casi 1,4 millones de hectáreas, suscitando serias dudas de que exista agua en el Ebro suficiente para abastecer esas nuevas demandas. Asimismo, el plan plantea la construcción de un buen número de grandes embalses, que producirían un gran impacto medioambiental y que en su mayoría son innecesarios.
Los cálculos de caudales ambientales que se realizan prácticamente dejan como caudales ambientales las aguas sobrantes en los cauces después de descontar los recursos que se extraen para los diferentes usos productivos.
Para el plan de Melilla se plantea el revestimiento con hormigón de algunos tramos. Una actuación controvertida al transformar algunas de las pocas zonas naturales que quedan en Melilla y, además, constituye un riesgo para las personas en caso de avenidas.
En cuanto al de Ceuta se refiere, la principal demanda es el abastecimiento de agua para una población que en 2011 contaba con 82.961 habitantes, consumiendo unos 8,5 hectómetros cúbicos anuales. Se trata de un consumo muy elevado por habitante, bastante superior al de la media nacional, que entendemos puede deberse mayormente a un nivel de pérdidas en las redes de distribución muy elevadas.
Según el plan, el actual nivel de pérdidas en redes de distribución se estima en un 48 %, previendo que se reduzcan en 2015 al 40%, y en 2021 al 25%. Actualmente, la población de Ceuta se abastece en un 20% desde los embalses y las aguas subterráneas, mientras que el 80% restante lo obtiene de la desaladora, cuya capacidad se ha incrementado recientemente.
También se prevé llevar a cabo una serie de actuaciones sobre los arroyos que discurren por su territorio, que van a conllevar necesariamente una mayor artificialización de los mismos, mediante el establecimiento de estructuras de hormigón, creación de escolleras o entubamientos. Todo ello, contribuirá necesariamente a reducir e incluso acabar con su componente natural, con el consiguiente deterioro medioambiental, que resulta aún mayor en el caso de Ceuta, al tratarse de un territorio reducido y ya de por sí altamente antropizado.
El plan de las Islas Baleares es similar al aprobado en 2011, aunque reduciendo sustancialmente las actuaciones y protecciones ambientales que se establecían en el anterior. De esta manera, se reduce la protección de las zonas húmedas y de la vegetación natural que crece junto a los torrentes, siendo mucho más permisivo en lo que a extracciones de agua y explotación de acuíferos se refiere.