sábado, 19 abril 2025
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El 58% de propietarios e inquilinos son vecinos y viven en la misma localidad

El informe del Observatorio del Alquiler desmonta el mito del conflicto entre propietarios e inquilinos y revela que más de la mitad comparten la misma localidad y, en muchos casos, la misma clase media. El alquiler funciona como un punto de encuentro intergeneracional: los mayores de 65 años obtienen ingresos esenciales de la renta, mientras que los jóvenes acceden a su primera vivienda. La prioridad compartida es la estabilidad, tanto para los arrendadores como para quienes alquilan. A pesar del esfuerzo creciente de los inquilinos, el alquiler actúa como motor económico dentro del flujo circular de las rentas, favoreciendo también el consumo, la inversión y la cohesión social.

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El relato de que todos los propietarios son ricos y viven en una zona de lujo y los inquilinos son pobres, malviviendo en una zona deprimida, no se ajusta con la realidad que ofrecen los datos. Así, el 58% de los propietarios e inquilinos son vecinos y viven en la misma localidad, mayoritariamente en zonas de clase media. Esta es una de las conclusiones del informe El alquiler: un punto de encuentro entre propietarios e inquilinos para una conexión intergeneracional, del Observatorio del Alquiler, de la Fundación Alquiler Seguro y la Universidad Rey Juan Carlos (URJC).

Este estudio analiza los puntos de encuentro entre propietarios e inquilinos, señalando qué es aquello que comparten y qué es lo que los aleja, para tratar de confirmar o desmentir estereotipos y discursos de enfrentamiento.

Así, el alquiler funciona como una oportunidad para los propietarios que necesitan unos ingresos complementarios y disponen de un inmueble que no necesitan para vivir y es, al mismo tiempo, la llave para el acceso a una vivienda de muchos inquilinos que, por diversos motivos, no pueden o quieren adquirir un domicilio en propiedad. Ambas partes se necesitan para que funcione el mercado y para que cada uno satisfaga sus necesidades y sus preocupaciones a través del alquiler.

Sin embargo, el relato sobre un desencuentro entre ambas partes ha venido creciendo en los últimos años, en un contexto de creciente presión de un mercado en el que la escasez de oferta y el aumento de la demanda han elevado considerablemente los precios.

UNA CONEXIÓN INTERGENERACIONAL ENTRE MAYORES Y JÓVENES

A partir de los perfiles mayoritarios de arrendadores y arrendatarios, se observa que existe una conexión intergeneracional entre propietarios mayores de 65 años, que representan más del 44%, y jóvenes situados en la treintena, teniendo en cuenta que la edad media de los inquilinos es de 36 años.

El alquiler se presenta así como un nodo de conexión, donde las generaciones que están dejando de ser población activa o llevan años en edad de jubilación son las encargadas de arrendar sus propiedades para ofrecer la posibilidad de acceso a una vivienda a las generaciones que están en los primeros años de emancipación.

Pero esta conexión es muy delicada y, si la situación no es favorable para cada parte, el equilibrio del alquiler se rompe. Las políticas de vivienda deben enfocarse, por tanto, a proteger el alquiler, apostando por su estabilidad para que esta conexión intergeneracional sea un éxito de oportunidades para ambos.

LA ESTABILIDAD, UNA PRIORIDAD COMPARTIDA ENTRE INQUILINOS Y PROPIETARIOS
Propietarios e inquilinos se necesitan mutuamente y se encuentran a través del alquiler para tratar de encontrar una solución común para cubrir sus expectativas y necesidades. Ambos están fuertemente conectados por una preocupación común: la estabilidad.
Los inquilinos requieren de una estabilidad en su vivienda de alquiler residencial de larga estancia para conformar un hogar y desarrollar su proyecto de vida. Pero, además, los propietarios también aspiran a encontrar esa estabilidad y confianza en sus arrendatarios, ya que en muchos casos dependen de los ingresos del alquiler que perciben todos los meses.

Para los inquilinos, una prioridad fundamental es la subida de precios y la competencia por acceder a una vivienda. Sin embargo, más de un 80% de los propietarios aseguran que están dispuestos a bajar el precio de la renta si encuentran un inquilino que les genere confianza y que no dé problemas.

EL ESFUERZO ECONÓMICO Y LA DEPENDENCIA DE LOS INGRESOS

Y es que la mayoría de propietarios depende de las rentas del alquiler para mantener su poder adquisitivo y cubrir sus gastos, especialmente en dos direcciones. Los arrendadores más mayores, la mayoría ya jubilados, utilizan estos ingresos para complementar sus pensiones, mientras que los más jóvenes los necesitan en muchos casos para pagar la hipoteca del hogar en el que viven.

Sin embargo, el desequilibrio entre la oferta y el mercado ha elevado considerablemente el esfuerzo que hacen los inquilinos para pagar la renta todos los meses. Organismos como el Banco de España recomiendan no dedicar más del 35% de los ingresos mensuales al alquiler. El problema es que, en muchas zonas, como Barcelona, Madrid, Baleares, Canarias, el País Vasco, Valencia o Málaga, su esfuerzo sobrepasa este porcentaje.
Esto genera tensiones y obliga a muchos inquilinos a compartir vivienda, impidiendo en muchos casos que puedan vivir solos. Así, si bien la media española se sitúa en 2,1 contribuyentes por hogar en alquiler, en lugares como Barcelona o Baleares alcanza los 2,5.

EL FLUJO CIRCULAR DE LAS RENTAS

Con todo, el alquiler constituye al final un sistema de flujo circular de rentas, en el que el dinero que el inquilino paga al propietario a su vez va destinado a otros agentes, funcionando así como parte de los intercambios entre las familias y las empresas.
Los propietarios dedican ese dinero a complementar sus pensiones o a pagar la hipoteca, lo que estimula el consumo y la inversión y, en definitiva, favorece la situación económica general. De esta forma, los inquilinos también terminan recibiendo parte de ese dinero en forma de servicios, públicos y privados, así como de salarios y retribuciones, como consecuencia directa del flujo circular de la renta.

Es por esto que, en el supuesto caso de que, por ejemplo, un 40% de los inquilinos dejarán de pagar la renta mensual del alquiler, esto tendría unas consecuencias nefastas para la economía, generando unas pérdidas anuales de 18,58 millones de euros y una caída del PIB del 1,69%, lo que destruiría más de un millón de empleos y produciría un impacto negativo en la inversión de 140.000 millones de euros.

En las últimas décadas, el alquiler se mostraba como una realidad que ofrecía un cierto equilibrio entre las partes. Sin embargo, la situación ha cambiado, y se extiende un relato de enemistad y confrontación, que intenta cambiar la realidad del alquiler. En un contexto de crisis de oferta, de incremento poblacional de las grandes urbes y de legislaciones intervencionistas, el alquiler sufre sus consecuencias, y propietarios e inquilinos lo hacen también de manera muy directa.

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