Hasta lo que exige Basilea III en exigencias de capital y punto, que no podemos estar aportando provisiones toda la vida, porque al final lo que se destina para una cosa no llega para otra.
Eso, o acostumbrarnos unos años más a que el crédito siga retrayéndose como hasta ahora. Emilio Botín, el presidente del Santander, lo tiene claro. Así lo ha dejado caer en la VI Santander International Banking Conference, para también lanzar un aviso a navegantes de cara al futuro. Que no sean los contribuyentes y las entidades financieras sanas los que tengan que apechugar con la mala gestión realizada por otros, dejando caer que el que ponga en riesgo su solvencia que apechugue con sus consecuencias.
Estabilidad regulatoria y bajo estricta supervisión. Por aquí entiende el presidente del Santander que tiene que pasar la nueva etapa de estabilidad económica que espera se inicie de manera inmediata, para que el sector financiero sepa en qué variables se mueve, sin tener que estar pendientes de los bandazos de los políticos de turno.
En este punto, cree que regulación, y para todos los sectores, no solo para los bancos, ya que todos están involucrados en las causas de la crisis. Y una supervisión férrea –en un aviso al Banco de España y a otros poderes reguladores– que permita acometer una buena gestión de los riesgos.
Todo esto en cuanto a recetas para casa. Para fuera, cree Botín que el supervisor único europeo, acompañado de un mecanismo único de resolución ayudará a recuperar la confianza en el euro y en la banca europea, y servirá para romper definitivamente el círculo vicioso entre la deuda soberana y la bancaria en 2014.
Un única autoridad con poderes bien definidos y con acceso a un fondo único de resolución que sea el recurso de último instancia en caso de crisis de cualquier entidad, refiriéndose a los nuevos test de estrés que realizará el Banco Central Europeo (BCE), cuya ejecución, entiende Botín, sigue pendiente de que se acometa la armonización del cálculo de los activos ponderados por riesgo para asegurar que las ratios son equiparables entre países.
Se trata de algo básico, porque se han detectado diferencias muy significativas que pueden dificultar la comparación de los ratios de solvencia entre las entidades de los estados miembros del área euro e incluso perjudicar a las más conservadoras.