Madrid. La sucesión interminable de sucursales bancarias que proliferan en las calles principales de ciudades y pueblos, así como en los grandes barrios de nueva creación, está llamada a desaparecer. Es una de las inevitables consecuencias de la reestructuración del sistema financiero que se está llevando a cabo. Menos entidades, menos oficinas. Es lógico.
El alcance del recorte está por ver. Dependerá del ajuste de costes al que quieran llegar las entidades que sobrevivan. Sabadell, Popular, CatalunyaCaixa y BBVA ya están en ello tras adquirir CAM, Pastor, Cívica y Unnim, y en los próximos meses empezarán a notarse los efectos. Algunos ya han vaticinado que serán 14.000 las sucursales que desaparecerán hasta 2014.
El tema no es nuevo. Siempre, tras cada proceso de fusión, se ha producido una reestructuración similar, bien con el cierre sin más de los locales o con la venta a terceros de los mismos, manteniendo en ellos la actividad a cambio del pago de una renta. Lo que sí resulta novedoso en esta ocasión es que el proceso de ajuste se va a hacer en poco tiempo y afecta a la totalidad del sistema financiero. Ninguna entidad se va a librar, en mayor o menor medida, de afrontar medidas en este sentido.
A diferencia de lo que sucede en el resto de Europa, en España pecamos de una excesiva sobrecapacidad comercial. Una ‘bancarización’ que no se estila por otros lares, donde, al contrario de lo que sucede aquí, en muchas ocasiones no resulta fácil localizar una entidad cuando el cliente necesita utilizar sus servicios.
La reducción será mucho más significativa en el caso de las cajas de ahorros, ya que los bancos tradicionalmente han sido mucho más recatados en su estrategia. De alguna manera, lo que se va a producir en lo que resta de lustro es recuperar una situación similar a la que se daba a principios de siglo.
Entonces, bancos y cajas, contaban más o menos con las mismas entidades. Pero, la fuerte expansión de las cajas fuera de su territorio natural, provocó que en una década los bancos sumaran unas 17.000 sucursales por las 25.000 que llegaron a tener las cajas. Ese exceso es el que ahora deber purgarse de manera drástica y rápida.
Ni que decir tiene que este exceso de apertura de esas sucursales, sobre todo de las cajas, que ahora deben cerrarse, se produjo al abrigo del boyante ciclo vivido por el sector inmobiliario durante la primera mitad de la pasada década. El objetivo era copar el mercado para acumular el mayor número posible de créditos hipotecarios.