Madrid. Han empezado a desfilar los 33 ex consejeros de Bankia, y mucho me temo que el tenor de lo declarado por el primero de ellos, el ex presidente de Caja Insular de Canarias, Juan Manuel Suárez del Toro, va a ser el mismo al que se aferrarán los que vayan pasando durante los próximos días por la Audiencia Nacional.
Que yo llegaba allí, votaba unas cuentas que no tenía ni idea de si estaban bien o si estaban mal, y aquí paz y después gloria. Eso sí, recibiendo a cambio, esos 235.000 euros que Suárez del Toro recibió por su asiento en el consejo en 2011. “Mi misión era asistir a las reuniones del Consejo”, comentaba. Y se quedó tan ancho.
En su defensa, ante las cuestiones planteadas por la acusación –deben responder de acusaciones de falsificación de cuentas, administración desleal, maquinación para alterar el precio de las cosas y apropiación indebida–, el ex presidente de la caja canaria, y antes de Cruz Roja Española, expuso argumentos tan peregrinos como que no tenía conocimientos financieros y nunca tuvo constancia de la existencia de los informes en los que el Banco de España y la auditora Deloitte advertían de los riesgos a los que se enfrentaba el grupo por una inadecuada política crediticia acumulada en el trascurso de los últimos años, o que todo se vino abajo por la excesiva intromisión de los políticos en el sector de las cajas.
Y ya está. O sea, nada. Yo cobraba ese dineral por sentarme en el consejo, decir a todo que sí, y punto. Lo de tener conocimientos financieros es lo de menos. Vino a decir el ex consejero que era lo más normal dar su aprobación a un balance sin haberlo comprobado mínimamente ni haber solicitado la más mínima información para hacerlo. ¿Para qué? Si, como él mismo asegura, su ignorancia financiera le hubiera imposibilitado enterarse de los números. Pero, la ignorancia también debería penarse y no ser eximente de nada.