El prestigioso arquitecto británico, Norman Foster, pensó hace un año que Madrid sería un lugar idóneo para acoger la sede de su fundación y archivo personal, y no dudó en comprar a Bankia, por nueve millones de euros, un palacete situado en la calle de Monte Esquinza, en una de las mejores zonas del centro de la capital. Un año después ha decidido aparcar el proyecto ante la poca cintura urbanística de los responsables municipales.
Todo parecía ir viento en popa. Ana Botella, la alcaldesa de Madrid, llegó a calificar la operación de estratégica y el Ayuntamiento se dio prisa en aprobar el plan urbanístico promovido por la propia fundación. Pero el paso del proyecto por la Comisión Local de Patrimonio Histórico, al gozar el edificio de la máxima protección histórico-artística, acabó con la paciencia del arquitecto británico.
La razón en la que se basa la comisión para no dar su plena conformidad al proyecto se relaciona con el hecho de que los responsables de la fundación remitieron a la comisión una propuesta que recogía diversas intervenciones incompatibles con el plan urbanístico que ellos mismos habían elaborado y que el Ayuntamiento había validado.
El plan urbanístico aprobado por el Ayuntamiento permitía el uso dotacional privado del edificio para actividades culturales, y una ampliación del 10% de su edificabilidad. Preveía reducir el impacto negativo de los muros medianeros mediante dos volúmenes adosados al extremo norte y sur de la parcela. La Comisión de Patrimonio rechazó la apertura de huecos y la colocación de una pasarela, una actuación que resolvía problemas funcionales del edificio.
Actuaciones, que no obstante, no impidieron que el dictamen resultara favorable, pero condicionado a que se corrigieran esas actuaciones que, a juicio de la comisión, vulneraban la protección integral del inmueble. El Ayuntamiento asegura que algunas de esas prescripciones pueden ser objeto de nueva valoración, a partir de una propuesta que haga viable la actuación de forma compatible, pero el británico ha dicho que por ahí no pasa.
El edificio, construido en 1902 por el arquitecto Joaquín Saldaña como residencia para el duque de Plasencia, fue después embajada y finalmente sede de Altae Banco, que en 2011 se integró en Bankia. Sus oficinas se trasladaron a la calle de María de Molina, y el inmueble quedó vacío en 2012. Con la negativa de Foster a rehacer el proyecto, está por ver en qué queda el asunto, si decide esperar un tiempo o definitivamente buscar otra sede para su fundación y archivo personal.