Cuando se oye hablar de que si ya los precios de la vivienda han bajado lo suficiente, o que no, que todavía tienen que ajustarse mucho más, lo mejor es testar el mercado directamente y dejarse de informes realizados, con datos recabados en Internet, desde un despacho.
Si se hace el esfuerzo de patearse la calle, uno se encuentra con algunas sorpresas, como que en el barrio madrileño de Aravaca los promotores están dispuestos a arriesgar su dinero y los bancos a financiar la operación. Está por ver que los compradores cierren el círculo, y todos contentos.
¡Habrán tirado los precios! Bueno, tirados, tirados, lo que se dice tirados, no exactamente. De hecho, están al alcance de muy pocos, ya que, después de un ajuste de en torno a un 25% respecto a los máximos registrados en la zona en 2008, el precio de un piso tipo, de tres dormitorios y 100 metros cuadrados, ronda los 300.000 euros.
La inmobiliaria Pryconsa ha sido la última en llegar al barrio tras comprar una parcela al Ayuntamiento de Madrid, en la zona de la estación, por nueve millones de euros, la misma que, con IVA, el consistorio intentó vender, por primera vez en 2007, por 22,4 millones.
Echadas las cuentas han llegado a la conclusión de que pueden obtener un margen aceptable vendiendo los pisos a un precio medio del metro construido de 3.000 euros. El que sale en un ático de tres dormitorios, con unos 140 metros y terraza de 40, por 465.000 euros, o un mínimo de 500.000 euros por un piso de cuatro dormitorios y casi 200 metros.
Al abrigo de esta incipiente recuperación de la promoción residencial, algunas inmobiliarias han abierto sus puertas intentando dar una salida a esa demanda retenida por culpa de la falta de financiación.
Y lo están haciendo con los pies en el suelo, tratando de convencer a los propietarios de que, si querían vender sus viviendas, tendrían que aceptar una rebaja considerable de sus pretensiones iniciales. De lo contrario, sería imposible.
Y con esa estrategia de cesión, las operaciones, no sin dificultades, salen. Y, si no, siempre queda el alquiler, convertida en una opción que, también en Aravaca, ha subido en estos años de crisis de una manera exponencial. Al final, el propietario sabe que, de no poder vender, ingresar todos los meses cerca de 1.000 euros no viene nada mal.