Un repaso a las páginas web inmobiliarias de entidades financieras, portales y demás intermediarios suele ofrecer algunas ofertas altamente llamativas por unos precios asombrosamente bajos. Basta con filtrar la búsqueda y ordenar las ofertas de menor a mayor precio para encontrarse con casas que se pueden comprar con menos del límite de dinero que diariamente se puede sacar de un cajero automático.
Un ejemplo, en la portal inmobiliario del BBVA son varias las casas ofertadas por 500 o 1.000 euros. Hay que husmear un poco más en la oferta para comprobar que el precio de la vivienda en España ha bajado mucho en los últimos siete años, pero no a esos niveles. Se trata de proindivisos de entre el 5% y el 10%.
Herencias con varios herederos que no se ponen de acuerdo en la venta en conjunto del inmueble, y optan por vender su participación. Estamos ante una variopinta casuística. Desde familiares mal avenidos a herederos ilocalizables, sin cuyo visto bueno resulta imposible vender la propiedad en su totalidad.
Y si hay líos entre herederos legítimos, imagínense lo que puede ocurrir si aparecen hijos no reconocidos por el finado, pero que lo son, y también podrían pedir su parte de la herencia. En este caso, cuando el padre fallece, y ha hecho testamento, la herencia se reparte en tres partes iguales (denominadas legítima, mejora y libre disposición), donde queda fuera el hijo extramatrimonial.
Si finalmente se reconoce la paternidad, ese hijo habido fuera del matrimonio comparte el 33% de la legítima con quienes serían sus hermanos (si son cuatro, por ejemplo, se harían cinco partes iguales). Pero si no hay testamento, lo que se hace es repartir el total de la herencia entre todos los hijos.
Además de las disputas familiares, la crisis también ha convertido al legado familiar en algo así como un apestado. Así, entre 2007 y 2013, las renuncias a herencias crecieron un 160%, según el Centro de Información Estadística del Consejo General de Notariado. Básicamente, porque son activos cargados de deudas, que, a la hora de la verdad, son más altas que lo que finalmente se pueda obtener por la venta del producto.
Un problema adicional que se está dando cada vez más se relaciona cuando el que compra ese proindiviso es un profesional de la subasta, que lo único que busca es forzar una puja con vistas a quedarse con el inmueble a un precio irrisorio, aprovechando la confusión suscitada entre los familiares, que, al final, para quitarse de líos, optan por vender.