Los sesudos informes acerca de los vaticinios de hacia dónde van a ir los precios del mercado inmobiliario en España se hacen prácticamente cada día, dentro y fuera. En función de los intereses de quien lo haga, dos posturas. La de quienes mantienen prácticamente desde siempre que el ajuste ya está prácticamente terminado –alguna vez acertarán, pero llevan años equivocándose–, y esos otros que, con mayor criterio, analizan la situación y opinan, quizá sin tantas ataduras clientelares, que ese ajuste, como se ha demostrado, estaba muy lejos de producirse.
Al final, la lógica se impone, y tampoco hace falta mucho análisis para llegar a una conclusión, la de que mientras haya el paro que hay y que puede llegar a haber, y mientras los recortes salariales sean cada vez mayores, resultará imposible que esa reactivación del mercado inmobiliario se produzca y con ella el final del ajuste de precios.
La agencia de calificación crediticia Standard & Poor's lo ha venido a dejar más o menos claro en su último informe, al señalar que los precios de la vivienda en España seguirán cayendo al menos hasta 2015, ya que considera que el exceso de viviendas sin vender en el país mantendrá el mercado inmobiliario de capa caída.
Además, entiende que la recesión se ha frenado gracias a unas robustas exportaciones, la oferta de vivienda continúa superando significativamente a la demanda, y lo seguirá haciendo mientras las condiciones del crédito siguen siendo complicadas.
Puestos a hacer vaticinios –como es gratis, qué más da– S&P calcula que los precios de la vivienda en España, tras haberse rebajado más de un 30% desde marzo de 2008, se recortarán un 8% este año, un 5% en 2014 y un 1% en 2015, para hacer un total del 44%. Más o menos lo ya sabido, aunque en este caso, de modo certero, no cuantifica tanto el quebranto realizado hasta ahora como hacen otros.
La agencia de calificación entiende que la tibia recuperación de la economía española para los próximos meses en modo alguno será suficiente para que el desempleo se reduzca de manera significativa, con la deuda seguirá descendiendo muy lentamente, favorecida por una caída de los precios que dificulta su desapalancamiento, y podría llevar un aumento de la morosidad.
Y lo peor, los salarios están cayendo, y dado el elevado desempleo y la necesidad de una devaluación interna para reducir la competitividad perdida, nuevas rebajas salariales parecen probables.