Madrid. Foros de todo pelaje, asociaciones, intermediarios y promotores inmobiliarios, las entidades financieras… Todo el mundo está pendiente de que mañana viernes o la próxima semana, o cuando sea, el Gobierno apruebe el Real Decreto que ponga en marcha el tan cacareado banco malo o, en términos más oficiales, la conocida como sociedad de gestión de activos inmobiliarios.
Hablan y no paran sin saber muy bien de qué, desde postulados interesados en la mayoría de los casos intentando sacar provecho de este vehículo destinado a que los bancos se desentiendan de esos activos que tanto perjuicio les está causando.
Se habla de todo menos de una cosa que, claro, a nadie le interesa lo más mínimo, como es el tema de qué pasaría con estos activos traspasados a ese banco malo que finalmente no tengan salida porque nadie quiere quedarse con ellos por su práctica imposibilidad de obtener por ellos el más mínimo beneficio.
En Irlanda, de donde España ha cogido el modelo a seguir en este terreno, ya han dejado ver que la solución pasa irremediablemente por demoler las construcciones a medio hacer que nadie quiere cargar con ellas. El pasado mes de julio se acometió el derribo de un bloque, en este caso por razones de seguridad. Fue el primero que acababa en escombros pero no será el único. Ya hay previstas nuevas demoliciones para las próximas semanas.
El Gobierno irlandés prevé que algunos proyectos puedan venderse o destinarse a vivienda social, mientras que otros se demolerán y podrán usarse como granjas. En Irlanda hay unos 1.850 proyectos de vivienda sin acabar desde que estalló la crisis en 2008 y un 15% de las viviendas del país están vacías, es decir, unas 294.000 casas. Y los precios de la vivienda se han desplomado a la mitad. Por ejemplo, en Dublín los precios han caído un 64% desde los máximos alcanzados en 2007, según un organismo oficial.