Las entidades financieras están dispuestas a conceder nuevos préstamos hipotecarios, y no solo para financiar la compra de sus propias viviendas, que siguen siendo muchas. Pero su concesión ahora está sujeta a mil y un condicionantes, a diferencia de los tiempos del boom inmobiliario donde las hipotecas se concedían como churros sin excesivos miramientos.
Los clientes son mirados con lupa para, dentro de lo posible, asegurar una solvencia más o menos garantizada –nunca del todo porque en cualquier momento podrían quedarse sin empleo o caer enfermos– que permita asegurar el pago de las cuotas.
Solvencia que pasa por domiciliar con la entidad una nómina mínima de 2.000 euros, el pago de las cotizaciones sociales para los autónomos, y, para ambos, tanto los que trabajan por cuenta propia como los que lo hacen por cuenta ajena, contratar un seguro y domiciliar dos o tres recibos de suministros.
A partir de aquí, se empieza a hablar de la concesión del préstamo. Si no se cumplen todas estas condiciones, mejor abstenerse porque ni siquiera van a estudiar la demanda.
El Banco Santander, uno de los que menos créditos tóxicos tiene al haber vendido a los fondos extranjeros buena parte de esta cartera de difícil recuperación, ha vuelto con fuerza al mercado hipotecario.
Hasta el pasado mes de diciembre comercializaba un préstamo hipotecario a tipo fijo del 2,45% durante los 12 primeros meses y de Euríbor más 1,69% para el resto del período. Pero lo ha mejorado. Ahora, el interés fijo lo ha bajado al 2% durante el primer año y de Euríbor más 1,49% el resto del plazo para aquellos clientes que hayan aceptado las condiciones del banco.
Además de las domiciliaciones de nóminas o pensiones mínimas de 2.000 euros mensuales, cotizaciones sociales, y contratar los seguros, el Santander también exige realizar un mínimo de tres operaciones trimestrales con cualquier tarjeta de débito o crédito de la entidad.
El incumplimiento de alguna de estas condiciones no impide que se otorgue la hipoteca, pero, de hacerlo, no se haría bajo las mejores condiciones y el tipo de interés, en lugar de fijo, pasaría a ser variable con un diferencial de 2,60% de Euribor.
La financiación, en el caso de una primera residencia, llega hasta el 80% del valor de tasación con un plazo de amortización máximo de 30 años. Y, si es para comprar una segunda residencia, solo se concede hasta el 70% de la tasación, y bajando la devolución del principal a 25 años.