Madrid. Hay palabras de éxito que por ponerse de moda aparecen en las más insólitas situaciones y con los más diversos usos. Una de ellas es la palabra “zombie”. Y así durante esta crisis hemos leído expresiones tales como urbanizaciones zombies, bancos zombies, hipotecas zombies, pisos zombies, etc.
La popularidad de la palabra viene del cine. Desde la lejana “I Walked with a Zombie” (1943) del director Jacques Tourneur, pasando por la resurrección del tema en 1968 por George A. Romero en su Night of the living dead, (La noche de los muertos vivientes) o en su más reciente éxito de 28 días (2000) del británico Danny Boyle o en la emblemática y recientísima serie de TV, The Walking Dead (2010) , el tema de los zombies ha creado un subgénero muy definido dentro del género del Horror cinematográfico.
Se trata de personas debatiéndose entre la vida y la muerte pero al que el cine ha etiquetado ya como “los malos de la película”. La verdad es que podría haber sido distinto, pues los verdaderos y escasos zombies estudiados demuestran que son personas víctimas de los abusos criminales de algunos malvados, que son envenenadas y llevadas hasta un extremo cercano a la muerte para, después de su muerte oficial, ser esclavizadas. Pero el hecho es que el cine les ha dado papeles de criminales y de “gente” que constituye una amenaza para los “normales” y a la que consecuentemente hay que exterminar (1).
Por otra parte, la comparación de personas, inmuebles y empresas en situación inquietante (empresas que de acuerdo con sus balances o situaciones están “supuestamente” quebradas) con los “zombies” no me parece especialmente delicada ni justa, especialmente por esa “satanización” que supone y por ese ánimo homicida que parece que hay que poner en su exterminio. El promotor de una urbanización, el constructor de un edificio o el hipotecado que son calificados como zombies tendrán la responsabilidad que tengan en su situación y tendrán que asumir las consecuencias de haber consumido la pócima venenosa llamada crédito fácil indiscriminado que algunos les ofrecieron o que ellos mismos buscaron, pero no son merecedoras de un tiro en la frente. Por el contrario, yo pìenso que haría falta procurar la curación de los posibles y no el exterminio de todos los afectados por la ingesta de aquel brebaje.
Haría falta aceptar una cierta responsabilidad colectiva en la situación creada o dejar de buscar culpables – al fin y al cabo los mayores se van a escapar de todo esto gratis- o al menos, apoyarse en una cierta necesidad colectiva de que las cosas mejoren, ayudando a los que se debaten entre la quiebra y la actividad eficiente posible y que sólo necesitan una cierta capacidad de circulante para seguir trabajando.
El tiro en la frente para todos los “zombies” (2) es asimilable al cierre del crédito indiscriminado: una barbaridad como método sistemático, ya que con ello si bien quebrarán muchas empresas mal dirigidas, también lo harán muchas otras empresas eficientes, con dificultades de crédito. Se logrará así el adelgazamiento de la deuda y “la pérdida de grasa del sector” pero cortando sin precisión se eliminará también “músculo productivo.”
El futuro es negro y peligrososo no porque caminemos entre “zombies” sino porque el procedimiento puesto en marcha para enfrentar sus males… es salvaje.
Notas.
(1) Esta satanización de un grupo no es infrecuente en el Cine de cualquier otro género. Otros grupos, lo han sido mucho antes. Piénsese por ejemplo en “los indios”, durante una época en el cine no había mejor indio que el indio muerto.
(2) Recuerdo ahora en el terrible final de Night of the living dead de Romero, en la que la partida de cazadores va cargándose a todos los que se mueven sospechosamente, eliminando así tanto a los zombies errantes… como a Ben (interpretado por Duane Jones), el protagonista negro de la historia, que habiendo hecho lo imposible para sobrevivir y esforzándose duramente por mantenerse vivo, es finalmente eliminado al ser confundido con un zombie… Y es que el “café para todos” nunca ha sido de humanos sino de depredadores implacables.