Madrid. En 2014 estarán listos los estadios de fútbol para la Copa del Mundo de Brasil, como también lo estarán dos años después las instalaciones donde se celebrarán las competiciones de los Juegos Olímpicos, pero el acceso a los recintos no está ni mucho menos garantizado por los retrasos acumulados a la hora de poner en marcha las infraestructuras previstas.
En cuanto a los aeropuertos, por ejemplo, ya se da por descontado que las obras de modernización en una decena de aeropuertos no estarán listas, como poco, hasta dentro de cinco años. Y lógicamente, tampoco lo estarán los 800 aeropuertos regionales en ciudades de más de 100.000 habitantes que la presidenta Dilma Rousseff anunciaba esta semana. Una medida que busca la presencia de un aeródromo a menos de 60 kilómetros de distancia de estas ciudades, no tanto por la urgencia de los acontecimientos deportivos como por la creciente saturación que sufren los casi 70 aeropuertos nacionales existentes.
El desfase en las previsiones contempladas hace años ha llevado a la propia presidenta a reiterar la apuesta de llevar a cabo un plan quinquenal 2013-2017, que contempla una inversión de 54.000 millones de euros para carreteras y ferrocarriles, con ofrecimiento de concesiones a las empresas privadas interesadas en construir o modernizar 7.500 kilómetros de carreteras y 10.000 kilómetros de vías férreas.
Falta de unas infraestructuras cuyas consecuencias en el resto de la economía nacional se están dejando sentir, con un aumento de los costes energéticos, altas tarifas de transporte, elevados costes laborales y una importante carga fiscal. Y todo ello aderezado con una burocracia excesiva y no pocos casos de corrupción entre los altos cargos de la Administración.
En medio de este panorama, las grandes constructoras españolas siguen tratando de hacerse un hueco, sabedoras de los beneficios que las obras pueden reportar. No obstante, de momento, pocas novedades. Mientras que Ferrovial y el consorcio formado por Aena y OHL han fracasado en la subasta de varios aeropuertos, otras compañías, como CAF o Abertis han conseguido contratos ferroviarios y de carreteras.
Entre esos grandes contratos se espera con ansiedad el tren de alta velocidad de más de 500 kilómetros de recorrido entre Sao Paulo y Río de Janeiro. Tras tres cancelaciones en su proceso de licitación, se acaban de anunciar las bases de la primera fase de un proyecto valorado en 13.000 millones de euros.