La alcaldesa de Madrid, Ana Botella, ha recorrido el Complejo Azca acompañada de la concejal presidente del distrito de Tetuán, Paloma García Romero, y de una representación de empresarios de la zona. La visita es el paso previo a reuniones que Ayuntamiento y empresarios van a celebrar en las próximas semanas para estudiar y poner en marcha un proyecto de mejora y acondicionamiento de esta zona.
Este plan de reforma se llevará a cabo con colaboración público privada. En la visita han estado, entre otros, el presidente de Torre Europa, Fernando Ferrero; el director de El Corte Inglés de la Castellana, Arsenio de la Vega, y el director de Gestión Patrimonial de Mapfre, Marcelo Fernández.
El Complejo Azca tiene aproximadamente 20 hectáreas donde, además de ubicarse los rascacielos que conforman uno de los distritos financieros y empresariales de la capital, hay áreas comerciales, de ocio y zonas verdes. Por sus bajos y pasajes de acceso circulan unas 120.000 personas diariamente y en las empresas con sede en los edificios del complejo trabajan unas 23.000. En su área perimetral residen más de 4.500 madrileños. Sus 7,5 kilómetros de calles subterráneas en dos niveles cuenta con casi 15.000 plazas de aparcamiento bajo tierra.
La remodelación del complejo financiero Azca, entre la Castellana y la calle de Orense, es otra de esas actuaciones urbanísticas que la crisis dejó aparcada. No obstante, el Ayuntamiento de Madrid la mantiene, con todo detalle, en sus catálogos de urbanismo, pero poco o nada se ha avanzado desde que hace cuatro años se escogieran los cuatro proyectos finalistas en el concurso de ideas convocado por el Consistorio.
Si desde el punto de vista urbanístico la remodelación integral no ha pasado de ser un proyecto, las actuaciones privadas le han dado al ámbito un nuevo aire. Tanto la verde silueta de la torre que está a punto de finalizar El Corte Inglés sobre el solar del siniestrado edificio Windsor, como los dos grandes espacios abiertos por la cadena Vips y por la multinacional francesa Fnac, y la nueva sede de Cajamar en el Edificio Gobelas, han servido para mejorar el progresivo deterioro que, con el paso de los años, había sufrido el que hace medio siglo se convirtiera en uno de los iconos arquitectónicos de la capital.