Madrid. Luis de Guindos, el ministro de Economía y Competitividad, quiere atajar cuanto antes los comentarios provenientes del exterior de que el banco malo español está abocado al fracaso, como esos lanzados hace unos días por ‘The Wall Street Journal’ de que el “experimento” de la Sareb lleva el mismo camino enfilado al desastre como ocurrió con Bankia. Por ello, no va a permitir a Belén Romana y a su equipo que se duerman en los laureles a la hora de vender los activos.
Si la presidenta de la Sareb ya ha comentado que hay tiempo para vender y, además, a unos precios lo más ajustados posibles para no terminar de dar el descabello definitivo al sector inmobiliario y a la banca sana, por la parte que le toca, el ministro es de la opinión de que, al menos con la mayoría de los casi 90.000 pisos con los que se han quedado, procedentes de las entidades financieras nacionalizados, no hay tanto tiempo y quiere resultados rápidos.
Una rapidez en las operaciones que pasaría inexorablemente por una rebaja de las viviendas muy por encima del precio de transferencia para que los potenciales compradores –esos fondos extranjeros ávidos por hacerlo– se animen, llegando incluso hasta ofrecer rebajas del 80% sobre los precios máximos de hace cuatro años. Es justo lo que los promotores inmobiliarios llevan meses tratando de evitar, haciendo alegatos permanentes, los que, por lo que se ve, llevan el marchamo de caer en la más absoluta indiferencia.
Si a esta rebaja se hace coincidir, además, con los pisos situados en los mejores emplazamientos, tanto en las principales capitales como en los puntos más estratégicos del litoral, mejor que mejor. Precios de saldo y buena situación serían, pues, los dos grandes argumentos para tratar de que la oferta resulte irrechazable y los fondos oportunistas se los lleven bien empaquetados, si puede ser con promociones enteras mejor que mejor.
Con esta estrategia arriesgada, la Sareb empezaría a sumar pérdidas desde el principio, pero mejor eso que no rebajar los precios y correr el riesgo de no vender nada. Ya se sabe, como reza el refrán que viene aquí como anillo al dedo, que mejor pájaro en mano que ciento volando.