Madrid. La distribuidora Eroski ha perdido, al cierre de su ejercicio fiscal cerrado el pasado 31 de enero, 121 millones de euros, tres veces más que en 2011. La debilidad del consumo, el estancamiento del mercado inmobiliario, que no ha permitido la generación de recursos extraordinarios.
Y, claro, el saneamiento de su red comercial y la difícil digestión de la compra de Caprabo, la empresa de supermercados más antigua de España, fundada en Barcelona en 1959, que sigue trayendo de cabeza a los dirigentes de Mondragón.
Al final, entre unas cosas y otras, la operación le ha salido por un ojo de la cara, con un desembolso de 1.630 millones de euros. Un precio fijado en 2007 cuando la situación económica era de lo más boyante, y que ahora, en plena crisis, se antoja muy elevado, para algunos inasumible.
Hace ocho meses tuvo que pagar a la familia Botet los últimos 200 millones correspondientes al 16% que le faltaba para contar con la totalidad de las acciones. Cerraba así el último fleco del acuerdo que se había iniciado en 2007, cuando los Carbó, Elías, los propios Botet y la Caixa recibieron 1.300 millones, y en 2011 la entidad presidida por Isidro Fainé recibió otro pico de 125 millones.
Cientos de millones de euros que fueron financiados en dos créditos sindicados por el grupo cooperativista vasco de distribución, presidido desde 2010 por Agustín Markaide, y cuya amortización está resultando más costosa de lo previsto. Tanto que se ha tenido que recurrir a una segunda ronda de refinanciación de deuda para alargar el vencimiento final de una deuda de 2.500 millones de euros hasta enero de 2017.
Nuevo alargue que ha contado con no pocos problemas por parte de algunos bancos, reticentes inicialmente a dar un nuevo margen al grupo de distribución, solventados al final con la firma necesaria de las 22 entidades firmantes de los dos créditos sindicados. Eso sí con un aumento considerable del diferencial de interés aplicado a uno de ellos, el de 750 millones, de 120 a 275 puntos adicionales al Euribor, igualando así el mismo interés que ya tenía el otro préstamo, de 1.750 millones.
El adelanto de esa segunda renegociación de la deuda se desencadenó en marzo del pasado de 2010 cuando Eroski no pudo afrontar el pago de la deuda que vencía ese mes y atisbaba que tampoco podría abonar los vencimientos a corto plazo, de más de 415 millones hasta finales de 2013.
Mal que bien, hasta 2011 la desinversión en activos y el mantenimiento de la actividad comercial en unos niveles aceptables habían bastado para ir tirando y pagando las deudas –de hecho entre 2009 y 2011 se redujo en más de 1.000 millones–, pero hace un año la cosa comenzó a torcerse definitivamente. El consumo empezó a desplomarse y las ventas de los activos resultaban cada vez más complicada.
En 2011, por la venta de locales se ingresaron 37 millones, y un año ante fueron casi 240 los millones obtenidos por 35 inmuebles. En cambio, en 2012 Eroski ha echado el cierre a varios hipermercados, pero las circunstancias adversas derivadas de la atonía del consumo están retrayendo el interés por su compra.