martes, 25 noviembre 2025
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Resiliencia urbana como clave de competitividad climática

La importancia de la resiliencia climática se ha convertido en un eje central para entender la competitividad de las ciudades en el contexto actual. El informe City Competitiveness Redefined muestra cómo los impactos del clima, la protección de las personas y la capacidad para atraer inversión están redefiniendo las prioridades urbanas más allá del crecimiento económico tradicional.

La integración de soluciones basadas en la naturaleza y la planificación sostenible está cada vez más vinculada a la evolución del sector inmobiliario, tal y como recoge el análisis de Culmia en su informe de vivienda asequible en España. Estos estudios subrayan cómo las estrategias que incorporan adaptación, movilidad baja en carbono y gestión climática fortalecen tanto la habitabilidad como la capacidad de atraer talento y capital.

Este enfoque más amplio de competitividad muestra que las ciudades que conectan infraestructura, sostenibilidad, datos y participación ciudadana evolucionan hacia modelos más sólidos. Medir riesgos, anticipar impactos y diseñar espacios urbanos más saludables permite avanzar hacia entornos más prósperos y preparados para los desafíos climáticos.

Datos relevantes

Informe City Competitiveness Redefined analiza 63 ciudades globales.
Madrid presenta la mayor diferencia térmica entre centro y zonas verdes.
El 76% de las ciudades cuenta con estrategias de adaptación climática.
El 90% ha fijado objetivos vinculados a energías renovables.
El estudio incluye 37 indicadores en cuatro dimensiones clave.
Madrid + Natural y Madrid Nuevo Norte destacan como casos relevantes.

¿Por qué la resiliencia climática redefine la competitividad urbana?

La resiliencia climática se ha convertido en un factor decisivo para entender el futuro de las ciudades. La capacidad de una urbe para anticipar, resistir y recuperarse de impactos climáticos influye directamente no solo en su bienestar social, sino también en su estabilidad económica. Ciudades con estrategias claras de adaptación reducen riesgos financieros, evitan pérdidas estructurales y generan entornos más seguros para residentes y empresas. Este enfoque incorpora la planificación basada en datos, la integración de soluciones naturales y la participación ciudadana como elementos esenciales para fortalecer la gobernanza y atraer inversión sostenible. Así, la resiliencia deja de ser un concepto ambiental para convertirse en un pilar estratégico de competitividad global.

¿Qué papel juega la infraestructura verde en la adaptación urbana?

La infraestructura verde —parques urbanos, cubiertas vegetales, corredores fluviales o sistemas de drenaje sostenible— actúa como una herramienta clave para mitigar los efectos del cambio climático en las ciudades. Permite reducir temperaturas, gestionar mejor el agua y mejorar la calidad del aire. Además, estas soluciones generan beneficios sociales y contribuyen a mejorar la salud y el bienestar de los ciudadanos. Su impacto es especialmente relevante en contextos de estrés térmico o riesgo de inundaciones, donde las zonas verdes ayudan a equilibrar la temperatura y absorber el exceso de agua. Integrar estos elementos en la planificación urbana permite crear espacios más habitables, resilientes y preparados para afrontar fenómenos climáticos extremos.

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Las ciudades que aprenden del clima son las que lideran el futuro.

Arup analiza cómo la resiliencia climática redefine la competitividad urbana

En la era denominada como antropoceno, caracterizada por los efectos del cambio climático, la prosperidad de una ciudad ya no se mide únicamente por su PIB o su capacidad para atraer capital, sino también por su resiliencia climática y social. Así lo revela el nuevo informe City Competitiveness Redefined, elaborado por Arup en colaboración con C40 Cities, que analiza 63 ciudades de todo el mundo y redefine el concepto de competitividad urbana en función de su capacidad para afrontar los impactos del clima, proteger a las personas y atraer talento e inversión.

El estudio propone un nuevo marco de evaluación basado en 37 indicadores agrupados en cuatro dimensiones clave —habitabilidad y apego de los habitantes, activos e infraestructura, atractivo para la inversión y gestión y gobernanza—, introduciendo una visión más holística y sostenible del progreso urbano. Los resultados son contundentes: el 76% de las ciudades analizadas ya cuentan con estrategias de adaptación climática, y el 90% ha fijado objetivos vinculados a energías renovables. Además, casi la mitad (47%) ha designado una figura responsable de sostenibilidad o resiliencia, reflejo de cómo el cambio climático ha pasado de ser un desafío ambiental para convertirse en un criterio central de gestión y de inversión.

La resiliencia, un indicador al mismo nivel que la productividad o la innovación tecnológica

Según el informe, más de un tercio de las ciudades estudiadas enfrenta riesgos altos o muy altos de inundaciones o estrés térmico, lo que exige un cambio estructural en la forma en que se planifican y gobiernan los entornos urbanos. Las ciudades más preparadas no son necesariamente las más ricas, sino aquellas que han apostado por infraestructuras verdes y azules, movilidad baja en carbono, participación ciudadana y gobernanza climática sólida.

La inversión en adaptación no solo protege la salud y la seguridad de las personas, sino que también preserva los activos urbanos, reduce el riesgo financiero y refuerza la confianza de los inversores. En este sentido, el informe destaca que la resiliencia se ha convertido en un nuevo indicador de competitividad global, al mismo nivel que la productividad o la innovación tecnológica.

Madrid, un ejemplo de ciudad que se adapta

España aparece en el estudio como un caso relevante por los avances que ya están realizando algunas de sus principales ciudades. Madrid sobresale por su visión integral de habitabilidad y su apuesta por incorporar la sostenibilidad en la planificación urbana. Esta ambición se refleja también en los análisis térmicos urbanos: según el estudio Urban Heat Snapshot elaborado por Arup, la capital registra la mayor diferencia térmica entre su centro y zonas menos urbanizadas de entre las ciudades estudiadas internacionalmente, con picos de hasta 8ºC entre barrios como Malasaña y zonas verdes como Casa de Campo.

El estudio demuestra cómo el diseño urbano influye directamente en el efecto isla de calor, reforzando la importancia de integrar soluciones basadas en la naturaleza en la planificación de la ciudad.

Por otro lado, destacan iniciativas como Madrid + Natural, que promueve la integración de zonas verdes en edificios e infraestructuras para reducir las temperaturas urbanas y mejorar la calidad del aire, o la plataforma Decide Madrid, que permite a los ciudadanos participar activamente en la toma de decisiones, representan ejemplos de cómo las políticas de adaptación pueden reforzar la cohesión social y la gobernanza.

Asimismo, proyectos de regeneración urbana como Madrid Nuevo Norte demuestran que el crecimiento económico y la sostenibilidad pueden avanzar de la mano. Este desarrollo contempla más de 400.000 m² de nuevas zonas verdes y una planificación que prioriza la movilidad sostenible, la eficiencia energética y la integración de la naturaleza en el entorno construido. Todo ello contribuirá a crear un distrito más resiliente, saludable y atractivo tanto para sus habitantes como para la inversión internacional.

Tecnología y datos como principales aliados

En esta misma línea, el informe de Arup y C40 enfatiza que las ciudades más competitivas serán aquellas que logren reconciliar la tecnología con la naturaleza. Las infraestructuras verdes y azules —como parques urbanos, cubiertas vegetales, corredores fluviales o sistemas de drenaje sostenible— son ya componentes esenciales de la nueva planificación urbana. Está demostrado que aumentar la cobertura arbórea hasta un 30% podría evitar más de 2.600 muertes anuales por calor en Europa, según un estudio publicado en The Lancet.

En paralelo, la tecnología y los datos se consolidan como aliados de la adaptación. Un ejemplo es la aplicación EXTREMA, desarrollada en el marco de un proyecto europeo y ya operativa en Mallorca, que utiliza información satelital en tiempo real para estimar la temperatura y el riesgo de cada zona urbana. De este modo, los ciudadanos pueden identificar rutas seguras y puntos de agua cercanos durante olas de calor, mientras que las administraciones disponen de una herramienta eficaz para gestionar emergencias climáticas con anticipación.

Gobernanza climática, inclusión social y liderazgo colaborativo, tres pilares clave

En última instancia, el estudio concluye que la competitividad urbana del siglo XXI se construirá sobre tres pilares: gobernanza climática, inclusión social y liderazgo colaborativo. Las ciudades más exitosas serán aquellas que integren la acción climática en su estrategia económica, inviertan en soluciones basadas en la naturaleza y fomenten una ciudadanía activa y comprometida.

“El valor de una ciudad ya no se mide solo en términos económicos, sino en su capacidad de generar confianza, bienestar y seguridad frente a la incertidumbre climática. Las ciudades que integren la naturaleza como infraestructura esencial, planifiquen con datos y lo hagan con participación de su ciudadanía serán las que atraigan inversión, talento y calidad de vida. No se trata de elegir entre economía y clima, sino de diseñar para que ambas prosperen juntas”, señala Juan Cortés, responsable de Sostenibilidad y Cambio Climático de Arup en Europa.

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