La vivienda de la costa tiene un perfil claro de comprador, asegura Jesús Duque, vicepresidente de la red Alfa Inmobiliaria. En opinión del directivo, y según el análisis realizado por la compañía con más de 140 oficinas repartidas por el país, el 50% de los compradores de costa son pequeños inversores nacionales. Le sigue el comprador extranjero, con un 35% del reparto y, por último, existe un 15% de particulares nacionales.
Entre todos, han logrado la recuperación de un segmento del mercado inmobiliario que, hasta hace poco, parecía que sería el último en recuperarse.
El principal comprador de la vivienda de costa no es el comprador extranjero, como a veces pueda parecer, afirma Duque. Según nuestros análisis, prácticamente el 50% de las viviendas de costa vendidas en España en el último año han sido a pequeños inversores nacionales.
Muchos de ellos, afirma, han adquirido una, dos y hasta tres propiedades en un breve espacio de tiempo, algunas por valor de 30.000 o 40.000 euros, con un doble interés. En primer lugar, con el objetivo de obtener una rentabilidad a través de las rentas del alquiler. En segundo término, a través de la propia revalorización de los inmuebles. «Muchas viviendas que hace un año costaban cerca de 35.000 euros, hoy no bajan de 50.000», afirma Duque.
El segundo tipo de comprador, según Alfa Inmobiliaria, es el extranjero. Este percibe en los precios actuales una gran oportunidad para adquirir una vivienda en la que disfrutar del clima benévolo de la costa española. Para muchos es una inversión en segunda vivienda, mientras que otros, deciden trasladar su residencia a nuestro país e incluso aprovechan para alquilarlo en los meses de verano, mientras ellos viajan a sus lugares de origen.
Por último, nos encontramos con un perfil de comprador que opta por la vivienda en costa como fórmula de ahorro. Se trata de particulares españoles que, ante la dificultad de acceder a los precios de las propiedades en las grandes capitales españolas, han aprovechado los grandes descuentos y la enorme oferta de producto para optar por una vida más económica y agradable. «Se trata en muchos casos de matrimonios de jubilados, o de parejas que comienzan una vida en común, y que optan por iniciar un nuevo proyecto de vida en zonas más asequibles. En otros casos, son simplemente particulares que, una vez pasado lo peor de la crisis, deciden darse el gusto de comprar una vivienda en la playa, aprovechándose de unos precios aún un 35% por debajo de los existentes antes de la crisis», afirma Duque.
Con todos estos argumentos a su favor, la vivienda de playa está siendo el destino de pequeños inversores con ánimo de obtener alguna rentabilidad, de familias que de otra forma no podrían acceder a una vivienda propia y de personas que la compran sabiendo que las condiciones son inmejorables, con el objetivo trasladarse a ella en unos años y vivir de la venta de su, hasta entonces, residencia habitual, afirma Duque.