lunes, 9 junio 2025
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La mano al final del brazo inmobiliario

Madrdi. En los días entre la reforma bancaria y la laboral han tenido lugar unas declaraciones del presidente de la Asociación de Promotores Inmobiliarios de Madrid (Asprima), José Manuel Galindo, de la cuales se dio cuenta en diferentes medios, incluido el nuestro.  Pero si abundante fueron las noticias sobre el hecho, escasos han sido los comentarios  a las declaraciones en sí. Así que no tengo más remedio que anotar una inconsistencia en aquel  discurso, según creo no observada por nadie o, al menos, no publicada.

Las declaraciones del Sr. Galindo básicamente expresaban que “ya era el momento de”… que el Gobierno hiciese una reforma inmobiliaria  a semejanza de la hecha con  los Bancos; que el Gobierno los llamase –a los promotores y a otros-  para un encuentro en el que se discutiesen los problemas de sector inmobiliario;  que los bancos no rebajen los precios de sus activos hasta “niveles excesivamente bajos” para dar la salida a sus inmuebles; que los bancos hagan ya su ajuste: que las entidades de crédito empiecen ya a dar fluidez al crédito; que los bancos dejen de conceder crédito tan sólo a sus viviendas; que si el Gobierno concede ayudas al sector financiero debe de obligar a que cierta parte de esas ayudas reviertan a la financiación del sector inmobiliario; que el Gobierno mantenga el incentivo fiscal para la compra de segunda vivienda; que el Gobierno establezca un plan que dé salida al “stock” inmobiliario y que, en segundas residencias, el Gobierno haga un “road show” eficaz y detallado orientado a los compradores extranjeros…

Si el lector lee, una a una, esas sugerencias seguro que encuentra razonabilidad en las mismas, así que la inconsistencia no está en una medida u otra, el problema es que, en su conjunto, el denominador común que se advierte en su lectura es que…  otro –el Gobierno, la Banca o ambos-  debe de hacer algo a favor del sector inmobiliario.

¿Otro, otros? ¿Y donde está lo que el propio sector debe de hacer por sí mismo?  En la veintena  de elementos que hemos determinado en otro sitio como variables significativas para la evolución del sector hay muchas en las que no es necesario la intervención de la Banca o del Gobierno ¿Por qué no empezar por estas?  ¿Por qué para realizar un estudio del estado del Sector Inmobiliario en España hay que esperar a que te llame el Gobierno para celebrarlo? ¿Por qué ser invitado cuando se puede, en ese caso, ser anfitrión?

Aconsejo al Sr. Galindo –y a los otros señores del ladrillo- leer  la fábula esópica de Atenea y el Náufrago para saber que si bien –en causa grave de naufragio de la nave y desaparición  probable de marineros y pasajeros en la durísima tempestad en la que estamos-  está bien rezar a Atenea  (al Poder) suplicando su ayuda para salvarnos pero mejor aún está “rezar a nuestros brazos” para resolver nuestros problemas.  “Que los dioses te sorprendan intentando resolver el problema para el cuál has pedido su ayuda es la moraleja del fabulista griego.” 

He recordado esta fábula cuando navegando al azar por la red he llegado un sitio web donde he encontrado un artículo titulado: “Cualquiera puede ayudarse a sí mismo si posee la guía adecuada» que coloca como ilustración a su comentario una imagen extraordinaria: se trata de la fotografía de una pizarra clásica en la que con tiza se ha escrito en ella este texto: “Si buscas una mano dispuesta a ayudarte, la (mejor la ) encontrarás al final de tu brazo.”  (N.B. En la pizarra no se lee los términos entre paréntesis, pero los he añadido yo para mejorar la fuerza  de la frase.)

Son pues nuestras manos a las que primero debemos acudir para resolver nuestros problemas.

Miguel Villarroya Martín

P.D.   La fábula dice sí: “Navegaba un rico ateniense en una nave junto con otros pasajero, cuando de pronto, a causa de una súbita y violenta tempestad, el navío empezó rápidamente a hundirse. Y mientras los demás pasajeros, con su esfuerzo, trataban de salvarse a nado, el rico ateniense seguía invocando a cada instante a la diosa Atenea  prometiéndole  toda clase de ofrendas futuras si por su interseción  lograba salvarse del naufragio.
 
Y en eso estaba cuando uno de los náufragos que lo oía le dijo:   -Reza a tus dioses pero no te olvides mientras tanto de rezar a  tus brazos”. La moraleja es que “cuando pidas ayuda para resolver tus problemas, primero demuestra que ya estás trabajando para solucionarlos.”

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