La Fundación FAES ha presentado hoy en Bruselas el informe ‘LA POLÍTICA MONETARIA Y LA REGULACIÓN PRUDENCIAL EN EUROPA’, en el que se afirma que «la política monetaria de expansión cuantitativa sin límites ha sido una excusa para retrasar algunas decisiones inevitables y para aplazar una vez más las reformas estructurales necesarias para atacar el estancamiento secular en Europa». El autor del texto, el economista Fernando Fernández, asegura que «las medidas extraordinariamente expansivas adoptadas por el BCE pueden haber sido razonables en momentos puntuales, pero no pueden perpetuarse».
El objetivo de este Especial Papeles FAES es analizar los costes de las políticas monetarias y regulatorias desplegadas por la Unión Europa y el protagonismo creciente que en ambas ha desempeñado el BCE desde mediados de 2014, así como las incompatibilidades demostradas entre ellas y avanzar las alternativas disponibles.
DEMASIADO LEJOS, DEMASIADO PRONTO
A juicio de Fernández, «el uso exhaustivo de ambas políticas, monetaria y regulatoria, por parte de la Unión Europea y el protagonismo del BCE ha dado lugar a incoherencias crecientes y suscita dudas razonables sobre su eficacia». Lo cierto es, apunta, que «el BCE ha sido fuertemente criticado por haber actuado tarde y sin convicción, pero las alternativas posibles no eran muchas y nunca sabremos qué hubiera pasado en Europa sin su decidida actuación tras el verano de 2012».
«El BCE ha adoptado desde mediados de 2014 unas políticas monetarias no convencionales extraordinariamente expansivas», recuerda el autor. «Medidas que pueden haber sido razonables en momentos puntuales de riesgo máximo de recesión o deflación, pero que no pueden perpetuarse, ya que su efectividad disminuye con el tiempo, entrando en zona de rendimientos decrecientes, y porque crecen los efectos negativos sobre la estabilidad del sistema», asevera.
En opinión de Fernández, «Europa se ha quedado sin margen de actuación para un posible nuevo deterioro del escenario macro cuando la situación económica en el año 2015 no era tan crítica». A su juicio, la actuación «tan agresiva» del BCE plantea importantes cuestiones adicionales. «¿Es la política monetaria el instrumento adecuado para impulsar el crecimiento económico en una unión monetaria imperfecta?, ¿no se ha colocado el BCE, la única institución verdaderamente federal en la UEM, en una situación imposible al prometer lo que no puede dar? Quizá se deba afirmar que el BCE ha ido demasiado lejos, demasiado pronto: too much, too soon».
Fernández afirma, por tanto, que «la consolidación de la unión monetaria y su cambio institucional para acercarla a un área monetaria óptima es una condición necesaria para que la eurozona salga de la crisis». En ese contexto, dice, «la política monetaria de expansión cuantitativa sin límites, al ofrecer una salida políticamente fácil a las complejas cuestiones institucionales, ha sido una excusa para retrasar algunas decisiones inevitables, como un Esquema Europeo de Seguro de Depósitos Bancarios o la creación definitiva de un Fondo Único de Resolución Bancaria Europea, y para aplazar una vez más las reformas estructurales necesarias para atacar el estancamiento secular». «Una salida fácil pero ineficiente y, con el tiempo, contraproducente. No hay política monetaria posible que evite el ajuste estructural», asegura.
REGULACIÓN Y SUPERVISIÓN
Las políticas de regulación y supervisión financiera también son objeto del estudio, que apunta que se han usado «con asiduidad y celo encomiable». «La regulación financiera ha evolucionado en la dirección de exigir más y mejor capital, aumentar su capacidad preventiva, asegurar la adecuada gestión del riesgo, mejorar la calidad y control de la gobernanza y, sobre todo, aumentar la discrecionalidad de los reguladores. Discrecionalidad necesaria, pero que no ha venido acompañada de la necesaria transparencia y accountability», lamenta.
La cuestión central del informe es si esta política regulatoria más intrusiva y más exigente con los niveles de capital y liquidez de las entidades es compatible con:
– una política monetaria extraordinariamente expansiva cuyo alargamiento en el tiempo empieza a producir efectos colaterales indeseados;
– el momento cíclico de las economías europeas, que invitaría a una calibración diferente de algunos colchones de seguridad regulatorios;
– la ausencia de coordinación de la política fiscal en la eurozona y su indefinición;
– y los insuficientes avances en la construcción de una unión monetaria sostenible.
Peso a todo ello, Fernández reconoce que «revertir las políticas existentes no será tarea sencilla», y afirma que el BCE sigue considerando profundizar en esa política extraordinaria cuando debería estar preparando la estrategia de salida.
ALTERNATIVA PARA EUROPA
Frente a ello, apuesta por «una alternativa que en Europa pasa por avanzar en la mutualización de la deuda bancaria y soberana a cambio de mayor disciplina fiscal, por normalizar la Unión Monetaria y acabar con su excepcionalismo, que es una fuente permanente de inestabilidad». Una elección que, en palabras de Fernández, «devolvería el protagonismo político a quien le corresponde, al Consejo y a la Comisión, y permitiría al BCE volver a su discreta y limitada pero crucial función de calibrar la política monetaria y la regulación y supervisión financiera para garantizar la estabilidad económica y financiera». «Consolidar la unión monetaria y evitar la fragmentación financiera de la eurozona es la obligación del BCE. A ella responde el famoso compromiso del ‘whatever it takes’, recuerda.