Madrid. Decía hace unos días el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, durante la presentación del anteproyecto de ley de apoyo a los emprendedores, que los bancos debían “estar a la altura de las circunstancias y dar crédito a los emprendedores que han hecho bien las cosas y han cumplido sus deberes”, y garantizaba –garantizar no significa financiar– el apoyo del Gobierno a las pequeñas y medianas empresas (pymes) y a los autónomos.
Palabras que han llegado a oídos de los bancos, quienes han reaccionado con una media sonrisa para venir a decir que bueno, que vale, que si el presidente dice eso ya sabe lo que tiene que hacer.
El asunto resulta muy sencillo para las entidades financieras. O se abre la mano del crédito a la economía productiva, o se sigue financiando la deuda del Estado y de las Administraciones Públicas. Para satisfacer a todos no hay.
Así que, si se otorga crédito a pymes que se olvide el Estado de que los bancos sigan acudiendo a cubrir las necesidades del Tesoro Público. Al final, es lo que hay. La compra de deuda pública es donde se van los dineros que no llegan a empresas y particulares.
Se daba por descontado por muchos que las consecuencias del rescate traería consigo el saneamiento financiero y que, por el contrario, el riesgo a conceder crédito se haría cada vez más palpable. Y el asunto resulta meridianamente claro. Los bancos han pasado olímpicamente de su función tradicional de distribuidor el crédito para atender las necesidades financieras privadas que, organismos como el FROB, se encargan de canalizar.
Con este panorama, se intentan poner en marcha algunas medidas alternativas, como que las sociedades de garantía recíproca se impliquen más o que el ICO actúe de reactivador. Al final, por unas o por otras cosas, no están sirviendo para nada.
Y esto es lo que hay. Tampoco se trata de demonizar a las entidades financieras porque sí. Por seguridad y solvencia deben mantener un determinado porcentaje de recursos propios en función de los activos según riesgo. Y el riesgo por la adquisición de deuda del Estado es el mejor de todos. No existe.
Además, el dinero utilizado por los bancos que llega del Banco Central Europeo obliga a aquellos a otorgar una garantía como contrapartida. Y la del Estado no tiene competencia. Financiar al Estado no obliga a provisionar ni a considerar lo prestado de dudoso cobro.
